viernes, 18 de enero de 2013

sonetos (I)


Ciego a tu corazón, a su tamaño
de gigantesca sangre y a su vuelo
-¡oh nave sideral!-, me queda el suelo
para arrastrar por él mi desengaño.

Me falta corazón, y no lo extraño,
por no tener no tengo ni consuelo,
ni sé por qué me bato en tanto duelo
ni a cuántos funerales me acompaño.

Y ciego de raíz, ciego de veras
a lo que nunca fuiste, ¡a lo que fueras!,
llámalo sueño, infierno, paraíso.

Ciego a primera sangre, a simple vista,
completamente ciego -¡dios me asista!-,
me falta el corazón que más te quiso.

--

Más de una vida llevo en la distancia
sideral de ignorarte y no saberte,
sumido en un abismo de ignorancia,
queriéndote y dejando de quererte.

Exiliado y enfermo en esta Francia
de tu inefable ausencia, en esta suerte
de olvido de la grave discrepancia
que mantiene la vida con la muerte.

Más de un siglo los párpados alzados,
derrotados los sueños por el tedio
que sucede al imperio del romance.

Abocado a estos frágiles estados
y estas enfermedades sin remedio
por no saberte fuera de mi alcance.

--

¡Oh, su palabra vuelve a ser de oro!
Su tímida, su eterna -¡su inaudita!-
palabra vuelve a ser agua bendita
para este campo triste que laboro.

¡Cuánto silencio abarca -y qué sonoro-
la curva de sus labios!, ¡infinita!
Su boca, que es más boca cuando grita,
aunque aprieta en silencio más a coro.

Y cómo en su presencia el aire vibra
y se estremece hasta la pura fibra
con la esperanza de estrenar sonido.

¡Ya vuelve la palabra por sus fueros
y son sus arrebatos tan sinceros
como libre su acento estremecido!

--

Fue difícil quererte, lo es ahora.
Ayer por impaciente, hoy por cobarde,
siempre he llegado a tu mirada tarde,
cuando ya solo mira, no valora.

De nuevo, te adivino escrutadora
-si una mañana hacia ninguna tarde-
y el corazón, de tanto amar, me arde
y la llama, de nuevo, no devora.

Fue fácil esperar que me quisieras,
lo es ahora que vivo porque espero
renacer en tus ojos algún día.

Qué difícil quererte... ¡Si supieras
cuánta pena he dejado en el tintero
para llegar a tiempo a tu alegría!

--

La luz se hace al asfalto. Tú me miras
con los mejores ojos de la historia,
ebrios de actividad absolutoria
tras su enjambre de hipnóticas espiras.

Al asalto la luz, altas sus miras,
de tu fecundidad respiratoria,
siquiera alcanza el deje de la gloria
que rebosa del alma que suspiras.

Vertiginosas garzas dieran cielo
al rubor transparente de la aurora,
blancas nubes trenzasen su coraza.

Que apenas tu mirar remonta el vuelo
ninguna maravilla lo mejora,
ninguna acción divina lo amordaza.

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