viernes, 1 de marzo de 2013

cosmovisión


Cae la lejanía
en el desierto. Lánguidos ocasos estallan,
devorados o tibios,
ante los ojos del viento,
recrean su posición autónoma,
limpios de verdadera pureza.

Oscila un grumo posible,
gatea,
danza alrededor de sí, su propio gesto,
su anarquía.

Viene el sol de adentro,
calla pero existe, fúnebre pero diestro,
llamativo.

A lo lejos, se funda una evidencia huérfana de raíz,
sin perdón ni desarrollo,
sin garantía.

El lodazal eléctrico pone a la venta sus mejores posturas.
Así se dicta una resolución injusta,
oculta al escrutinio público;
aquí se postula la indigencia de las horas vacías de control.

En el desierto colectivo, estalla el espejismo;
un nuevo mártir
al que nadie escucha.

Más allá del cosmos, reina la fatalidad:
su corona exhibe las proporciones del tiempo

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