sábado, 21 de marzo de 2015

pequeña K


Así es su corazón nuevo y fragante, esta pequeña alondra
que se va.

Sin embargo su idioma se volvía terrible por completo, se ignoraba de cabo a rabo, oh, inocencia amordazada,
qué látigo vocal inofensivo. De pe a pa se explicaban las notas como sílabas graníticas o mármoles
sinuosos, de veta cálida, rama soportable. Nada más simple que la confusión,
la sencillez extrema de Babel, el sentido final de Babilonia y sus conquistas apodícticas, su certeza radical.
Solo cabe una verdad, y no se entiende, debe estar fuera de alcance, fuera de la galaxia y las galaxias,
suelta en su predio redimensional, sentando cátedra.

Pues ella no capta la costura del verso, la inconsistencia fatal que permite su encanto. No atiende al fenómeno
demente que transita su holgura, la hoguera dorada prendida en silencio. Esta perpetuidad
equidistante. La sangre, esencial y heroica, no oculta su importancia. Una copa de sangre
brilla junto al mar, encoge, se moja los tobillos en el ascua esmeralda.

Pequeña K: la forma de su aliento se propaga como una insolación, obra su eclipse sobre las mariposas.
No hay lengua que contenga su lengua torrencial, su texto formidable.
Sobre el papel, un alba tranquilamente dibujada a mano con la cera virgen,
una legión de emperadores dibujada a pulso en el infierno.

A veces ocurre que una construcción afortunada supera las barreras impuestas por el clima,
sitúa la vorágine un punto por debajo de la media coral. Se produce un destello en la conciencia, menos
que una reacción en cadena, un simulacro de discernimiento, y el amor asoma su recién
cortada flor por la tronera del alma, su rosa prohibida.
Una palabra crea hogar, otra enciende la gloria para gloria del humo, que se eleva aprobante.

La meteórica ascensión del verso hacia la absoluta pobreza, ni misterioso ni oblicuo, incomprensible
o escrito sobre el agua turbia de la balsa, el pozo acostumbrado a la reliquia y el hueso. Mas, ¿qué sonido pondrá cerco
a las torres secretas de su corazón? Su corazón tan puro como una mermelada de rocío.
Pequeña K, reclinada en el viento como un sauce, luz que aceptara la inmortalidad
del viaje.







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