jueves, 12 de marzo de 2015

hundidos


Está escrito en la valla con letras iniciales: EL AMOR SE NOS HA IDO DE LAS MANOS.
¿Alguien pudo escribir esa montaña?, ¿quién ha podido escalar el verso?
Corazones del mundo, hundíos. Mascarones de proa con forma de gigante atronador, cara de rabia.
El amor conoció tiempos mejores, tiempos de brújula y ganancia, orbes cuajados
a millones, secadores de pelo.

Al alba, se calaron los versos; escoltados hasta la puerta,
salieron por la puerta de la boca como besos sólidos y hermanos,
otros seres humanos. Nadie se percató, se persignó, organizó reverencias japonesas de noventa grados
ni reparó en gastos. Los motores se pusieron en marcha,
simplemente.

Como el verso se había atrevido a confesarse, sin miedo al terror
de repetir Amor, esa palabra roja, mientras el pavimento mostraba su dibujo, la rayuela,
y el cielo se crecía en la manzana con violencia.
Se nombraron unos ojos que miraban al sol sin artificio. Y el sol era una trémula burbuja de espanto.

A raíz de una mirada, despertó la sangre y el pálpito sumó
alma a la noche, región al cuerpo. Los poetas se hacían: "éramos tan pobres", conversaban entre iguales
en un falso silencio parecido al rocío. La luz forjó contornos en el rostro de la lluvia,
se desplazó al azul, turbia como un sueño
y ella fantaseó su delicada planta, su rosa monográfica, formateó su aspecto y su dulzura.

Acontecieron gestos, una muralla de nombres
para disimular su encanto. Estaba escrito: SE NOS HA IDO DE LAS MANOS.
Ella leía sobre el papel del ángel los dorados, luminosos signos tan insignificantes cuando los árboles manejaban
su calma, los automóviles conservaban la energía
y los poetas creían ser felices sin motivo, así, sin horizonte.




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