martes, 25 de diciembre de 2018

bandadas de lluvia


Concentrar el amor, escolarizarlo, intuir una palabra alta de pensamiento, decir(se) la verdad. Cuánta
superstición entre la hierba, qué dulzura antigua, la lírica que entonces llamaba a la contienda, guerra y olvido,
destrucciones sincronizadas bajo la apariencia casual de la justicia.

La ciudad encoge hasta el infinito,
transita veloz del orbe al laberinto, de la nostalgia al pecado independiente, del amor a la benevolencia. Calles
infantiles con su pedrada rubia, su límite sordo y casquivano, sus ventanas de infarto. Cuestas y talleres, terremotos
amables para conjurar cualquier dolorosa ausencia, cualquier aproximación al deseo, cualquier futuro.

Una muchacha y su nombre de estrella, su soneto de catorce pasos, su partida de ajedrez y el milagro
superfluo, tan oscuro, del silencio que crea y representa. Jordan ha fundido en negro
todo el proceso de la creación, ha silbado como un pájaro
íntimo, con el mismo ajetreo de plumas inmortales, la misma combinación de alas formando huracanes de ingenio,
suspendiendo la crudeza de la tierra.

Algo exasperante que no se compadece con la claridad urbana del falso paraíso;
carreras a la puerta del ocaso, vida animal en anuncios por palabras. El aliento divino es un insecticida,
la suciedad de las baldosas conforma un mapa electrizante del subsuelo; Jordan se ha perdido la película y el campo
asiente y se dispone a repetir el vídeo de la noche, la banda sonora de la soledad.

Reconocer una voz, profetizar sin temor a equivocarse: es ella. Asegurarse en privado (tarareando otro estribillo, un verso
nuevo). Reconocer su voz entre una multitud de aspiraciones,
un universo de márgenes, cierta integridad de estrépitos y lunas.

La luz ha caído como si no estuviese sujeta a la razón, y los pájaros han vuelto a desunirse en bandadas de lluvia.
Llueve y no ha nacido el día, ni el verso ha confirmado su presencia. Solo la sombra de un ejército de nubes
sobre el abismo del tiempo, su taquicardia, el minucioso control, el increíble peso de su transparencia,
solo respiración y duelo, amor y píldoras para sudar el drama de la eternidad.



1 comentario:

Seguidores