lunes, 10 de diciembre de 2018

fuente de toda ficción


Es lo que ocurre con la verdad: deja de serlo apenas se formula, entra en el terreno de la incertidumbre;
verbalizar un mito resulta más efectivo, así las cosas.

Frente a la burocracia natural del Parque, la Avenida
consume una energía platónica, su entramado urbano crece según aumenta la velocidad del recorrido; pueden verse
rectas acabadas en columnas decadentes, y una visión borrosa invade
la intención del paisaje, como si el cielo hubiese decidido atragantarse de luz, de tierra y luz.

Qué pintoresca hermosura increada y feliz; demiurgo, poeta clásica, creadora de estrellas,
el Ángel restituye, su mirada es reconstituyente, su cabello se desliza hacia la dorada incursión de los planetas
ligeros. Serena y refinada, su verdad viene de dentro, se presenta
dibujada sobre una luna cálida, su belleza
sale a flote, sale como el agua del grifo, permanente y ruidosa, fuente de toda ilusión.

En esta poesía no existen horizontes, la lejanía
produce fricción, se encuentra a la vuelta de la esquina, los países encogen, las fronteras
invaden el paraíso. Ella sabe que su tristeza no mueve a compasión ni espanto, mas ejecuta la acción
sagrada del amor. Entre líneas, el sentimiento decae en su estructura,
transita hacia la idea y su monotonía.

Bucear en los recodos del espacio, surcar el elocuente tramo del abismo; rogar por la plenitud de la tormenta. Ah,
retos insalvables, álgebra del destino. En el verso se conjugan el terror a la muerte y el delicioso
misterio de la respiración; la muerte es un espejo vacío, es un oficio de gárgolas, un paso en falso
hacia la longitud rotunda de la noche.

Sucede que los ojos se concentran en un reflejo anónimo que no siempre se expresa
con la debida corrección formal; en el cansado silencio de la espera late un secreto que a todos nos incumbe, en la voz,
sin embargo, campa a sus anchas la fatalidad agónica de la conclusión.


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