domingo, 16 de diciembre de 2018

en medio de un país inexpugnable


En medio del país, en cualquier parte: el proscenio, pulcro entarimado, púlpito para el R&B; el balcón dorado
desde el que la voz se aleja, donde el lenguaje cede a la posesión o la necesidad. Hay un espectáculo
diario –la hora puede variar; pero la voz se entiende,
resplandece en medio de cualquier lugar, entre paréntesis, cascotes, barricadas,
entre penínsulas de amor y bastidores.

Una voz semejante al amor que se tiene, semejante al desierto que acecha, a la luna que nace en cada verso;
predicadores y lobos, otra pareja de ases, y nada de velocidad; imágenes
que se recrudecen, parten, pasan a la velocidad del destino inexorable, surgen de la nada y se evaporan. El recinto
está que arde, se sirven bebidas, se fuma. Y ella
rumbo a cualquier parte, dejándose la piel.

Trazas de un poema demasiado sincero, trozos de una voz cobarde,
trizas de una soledad inmarcesible; de nuevo: anchos pétalos de rosa comunicándose, arrugados de luz y fantasía,
presencias clásicas en lo alto del silencio, elevadas como estatuas, acercándose
al futuro con precaución estilográfica.

Había tanta literatura que sobraba y era tan potente, tanta algarabía de autores
desangrados, mortificados, todos pisándose la clase; hacerse el nudo de la corbata en un salón vacío y aguardar
la llamada del epígono famoso, consultar al espejo
decisiones y surcos. Luego, pas[e]ar de largo frente a un edificio distinto, una pared pintada
de libertad en tránsito.

Por si acaso, las hojas de los árboles, las ramas, ese inmundo saco de vida vegetal, ese contorno
fraudulento que no respeta el hambre, que no respeta el odio ni las imperfecciones. El cielo trata de insuflar
un modo salvaje, cierto estrellato deslavazado e inerme, algo que yace y se conforma,
dulcemente se tiñe de virtuosa espera;
tomad nota de su impulso, mañana el mundo será pasto del olvido.


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