lunes, 7 de octubre de 2019

¿quién ha soñado?


Existe una responsabilidad maestra (nuestra), cada uno es responsable de su necedad,
de su necesidad arrolladora, de su apisonadora
racional, su abolladura
emocional, su arbolito y su plantón.

No todo el mundo puede ser como Ari Lennox: mundo inimaginable.
Ni hilvanar una historia corriente está al alcance de cualquiera (otro poema, sí).

Circula vaporoso el pensamiento, entremuere a la sombra de una oscuridad radiante: ella mantiene su propio
puesto de guardia a la vanguardia de la oscuridad, camina como una gacela
ciega, pisotea el jardín.

Al Parque llegan las almas,
pobres almas, con su irracionalidad y su (mal) comportamiento. Su pasado es monumental, el arte
colma sus horas vacías, los años tendidos al so(u)l, su R&B. Por eso la música
languidece en el caro meollo de la urbe; en los corazones, nadie canta con el aspaviento y la fatalidad,
el péndulo vocal que empuja a las leyendas. Sobre la hierba,
una vocalista (ella) condecorada, cruda su voz, hundida hasta los ojos en el humo de la composición,
compuesta y sin odio.

Entonces, ¿quién se ha comprado el sueño del amor?, ¿quién las mañanas grises de cielo azul
celeste? Amanece y el horizonte se muestra
insobornable, permanece inopinadamente sólido y furioso (su corazón de piedra), es parte
del paisaje y parte del futuro, su momento es el aire que se respira con rabia.

Decimos que el aire se ha vuelto peligroso como un color blanco,
la pintura de un niño, el sol contra el espejo, ese tipo de presencias decorosas.

¡Oh, quién será responsable del milagro y su actitud
consciente! Ahora el amor puede ser desmontado en sus componentes electrónicos,
puede ser despiezado en la carnicería, filosofado en la taxonomía, pero suele testificar ante un tribunal injusto:
inocente de todo nuestro aliento,
culpable del silencio que precede a la gloria.



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