miércoles, 1 de octubre de 2014

años luz


Longitud, latitud. Pársecs de distancia, billones de kilómetros, Años Luz. 

Tan lejos durante tanto tiempo. Vidas paralelas que no se corresponden, ríos que desembocan en océanos distintos.
Tal vez una persona con un gran corazón que vive en la otra calle o a dos pasos, con la que no se coincide
ni siquiera en la tienda de la esquina. Oh, y si en algún momento te cruzas con ella por la calle es porque vas mirando al suelo
o vas mirando al cielo a una nube que llama tu atención, una nube oscura que ha derramado en ese instante
una gota de lluvia sobre tu rostro. Este es un aspecto de la realidad.

También ocurre que hay distancias mayores. Separaciones de varios grados y magnitudes.
Todo el mundo sabe que hay naciones en la tierra, hay ciudades, hay pueblos, caseríos aislados, remotas aldeas.
Hay una ciudad que se llama Marsella y está en Francia. Allí puede haber una chica morena y hermosa, ahora que es ahora
hace diez años, ahora mismo que es un viaje al pasado. Todo el mundo sabe que hay otros universos,
tantos como posibilidades existen de realización efectiva de acontecimientos discretos.
Si hay una chica en Marsella y un poeta hacia el  Sur, en algún universo extravagante
ellos se reconocen y ella escucha sus versos (y se aman).

Cierto que nuestro universo es el único al que tenemos acceso, nuestra región observable o imaginable
(inimaginable) del universo no contempla ese tipo de casualidades orgánicas (serendipity!). Nuestro lugar se define
por una actualidad prosaica y  bastante devaluada en términos fantásticos. No podemos desandar lo andado
y nuestra capacidad de predecir el futuro se restringe al ámbito estrictamente individual,
lo que depende de nosotros y de nadie más, y aún así es limitada y a menudo resulta frustrante.

Planteada la ecuación: una chica de Marsella; el poeta hacia el Sur. La chica es joven y bonita y tiene una voz
que rompe barreras porque no sale del estómago ni de la garganta sino de un gran corazón artístico. La llamaremos K.
El corazón de K es grande como una pequeña estrella azul y su sangre funciona como un fármaco, como un fertilizante
de azahares, un filtro de amor. Su corazón es una puerta abierta durante un segundo de vida. El poeta es un noble
sin título, sin honra ni atributos personales, inadaptado y poco familiar; sabemos que ama el amor y tiene sus ilusiones
que son como raras certezas. Ella escribe versos. Él escribe versos. Ella canta, deletrea su rap, él tararea un rato de soul.
La colisión parece inevitable. El destino es una mascarada. Son corazones diferentes hechos con sangres diferentes
(mucho mejor).

El poeta escribe un beso en español, abraza a una paloma, se saca un corazón de la chistera (y una lágrima).
Ella escribe: des coeurs en manque d'affection, d'amour et de tendresse... Y el eco de su voz rompe la barrera del silencio,
es un silencio perfecto que estalla a pársecs de distancia, billones de kilómetros, Años Luz... 



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