domingo, 7 de junio de 2015

microrrelato estival


Oh, no hay un francés perfecto para ella; su lengua es un detalle, trama una metáfora de proporciones áureas
como medidas corporales. Es como decir que el rey ha muerto.

Las calles se recorren solas, los barrios se arrellanan camino de la mar; la cuesta por donde asciende
todas las mañanas, macetas floreadas, colores festivos para concentrar el cielo, vértigos
y perspectivas mudas. Enmudecen los perros, los jilgueros que ronean en sus jaulas de oro. El trono
adquiere un brillo efervescente, pulido, innatural; ella ocupa su nostalgia y se acerca a la vida
de los otros con determinación suicida. La corte cumple sus funciones como en el teatro, tarde y noche sin saltarse el guión.
¡Qué bella K.! Fuerza un grito pequeño en su garganta rubia, discurre una promesa .

Llega el verano y el cielo se compone de azul, curva las nubes en su seno. En el idioma del viento las palabras florecen
líquidas y humildes; las fronteras revientan con orgullo. La bandera del viento es una rosa
que no ha sabido renunciar a su belleza muerta. La hermosura de la rosa tiene algo de pérdida y azar, parte de alquimia
y predestinación: la lluvia es una suerte, el sol, un estreno global.

Keny ha fabricado un arma en la sonrisa que se agota, con manos ágiles, sus dedos elegantes
y flexibles. Dispara fotos en primer plano y autobiografías a gran velocidad, retrata misterios y meditaciones,
habla con los pájaros antes de decir que no. Su claustro es un portento por arquitectura y trama,
forma que se urde en el espacio, se hunde en una sombra singular. Pero siempre hay un espejo que no encuentra su imagen,
se halla en la tierra de nadie del deseo aniquilado, alrededor de un secreto inolvidable.

En francés, la llama quema sin comerse el mundo y el fuego roza el templo de la voz
con su franqueza; en escena hay una preocupación por el silencio. Todo se mezcla en este cuadro angélico: la paz
y las palomas ciegas, ¡tantas cruces sin nombre! Se alza el telón y el dinosaurio
aplasta su recuerdo, se despereza en la memoria. No puede ser que la canción vuelva sobre sus pasos
solo para encantar a los poetas (junto al espejo se revela una fuente de luz).

La fuente ha decidido rehacerse en una Alhambra feliz; contra el agua, bucean los planetas, boquean cien mariposas fugaces.
¡Es tan hermoso el aire que rodea su aliento! Entrecruzado soplo, alto como una flor de humo. Keny
posee el gusto por la música y el tiempo, un arte positivo que no tiene lugar salvo en el alma. El tiempo
canta como lloran los niños, con esa gigantesca decepción y ese dominio de las tentaciones.

Ella surfea, solfea, entona su rap de estudio que es un corte de amor, anuncia todo el amor
que le es-posible-ahora. No terminan sus labios de besar el alba, ni alcanza su belleza a derribar el muro del deseo.
Solo vive, respira, está sola en la noche respirando un poema que no entiende
pero le quema como un golpe de hielo en mitad del futuro.



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