viernes, 2 de septiembre de 2016

1


Ha salido del mar, fibra de ola,
salada como el llanto de la arena,
sobrecogida por la misma pena
y, bajo el mismo sol, igual de sola.
Ha caído del cielo que acrisola
haces de luz y celdas de colmena,
dulce como la miel y tan morena
de piel como una virgen española.
El mar y el cielo la protegen tanto
–centinelas al pie del horizonte–
que no hay prueba de vida que no afronte
ni muerte que la prive de su encanto.
Camina igual de sola que la Luna,
una en el mundo y solamente una.


1

Ha salido del mar. Ha caído del cielo. Su forma es una curva de poder,
su voz limpia el trino del jilguero, sale del agua, cae como la lluvia sobre el mar. Dicen que ha salido del agua,
camina sobre el mar, apura el cielo. Creen que ha vuelto a caminar
después de muerta, como un ángel.

Hoy viene a comer. Su plato en la mesa, su vaso de paz. Todos esperan,
nadie la espera. Las chicas se cansaron de esperar, se cansaron de llorar por un deseo; pasean ahora
de la mano del aire, libran sus batallas de invierno, obran su pequeño funeral a cada paso. La muerte
sube por la cuesta de la mano de nadie, es un pequeño encanto
que se maravilla de una gota de luz, aspira el volumen de la naturaleza.

Ha pasado en un auto sin matrícula con el pelo suelto,
al viento, demasiado coral, las alas firmes hacia ningún extraño paraíso, la voz
fuera del pecho por un instante, fuera del mundo por una sola vez. Llueve sobre el recuerdo, sobre la voz que asciende
desde la soledad, desde la lucha, desde el río que lleva tantas almas.

Verla correr descalza, la hierba bajo sus pies, bajo la piel, bajo la voz
que brota y se detiene. Una bendición es un momento para el recuerdo, una señal luminosa
clavada en la memoria, el signo que frecuenta la paleta del arte; oh, la maravilla de sus manos que crean
pájaros de hielo, echan a volar hacia la vida.

Un ángel acude a llorar a la multitud del parque, se muestra vulnerable.
Duele su belleza, ¡cómo muere!, sin descanso, tan alto como las vigas de la casa del padre, ajeno
como la sombra de una palabra feliz.

Ella en el espejo, un ángel muerto en el espejo de dios, muerto en el pequeño
espacio de su nombre, mudo en el exiguo espacio del silencio de dios. Esta metamorfosis, trago
amargo, esta luz que se desvanece, a pesar de la aurora, en el mar
de la noche. Estos ojos que no alumbran una imagen real.
Este amor que se duerme en la piel del futuro, que camina y se vuelve al escuchar su nombre.






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