viernes, 9 de septiembre de 2016

mercado negro


No se vio ángel más sexy dedicado al contrabando de tabaco,
por el camino del tabaco, que es una recta ideal
tendida sobre las olas, una soga que pende de las nubes. Puede que tuviera un movimiento –oh, nada espectacular–
inapropiado, no apto. Los chicos no se cansaban de mirar,
sin malicia; obsequiosos y armados, se habrían bebido una coca-cola –quizás hasta
ese punto– para realzar su encuentro educativo.

La educación sentimental tiene a Jordan trastornada un poco, no comprende los hábitos de AZ, su mayestática
superioridad emocional; ahora necesita observar en silencio la serenidad afligida
de su bella custodia, empaparse de su coro y su modestia, fumar con ella
al caer la noche.

En el parque la seguridad es un deber de estado, el único deber. Las tinieblas alargan su mano
húmeda para rozar corazones intactos, se infiltran en las almas con su escaparate de ficción:
naves imperiales, ansibles y guerras declaradas al futuro.
(En el parque el demonio es un alcalde elegido por la mafia.)

Por fin la oscuridad abriga y la penumbra no contempla el crimen con los brazos cruzados.
Se presenta –trasunto del amor– el amor enojado en secreto,
desdibujado contra un fondo de lamentaciones. Pero vivo, pero libre y entero (o eterno), culpable también. Pequeño Adonis
de hermosura compacta, brío y sed. Entre las sábanas, depende de una posibilidad
remota, gana protagonismo sobre otras profecías menos comerciales, su victoria
ofende desde los labios a la curva de la rodilla, tan devota del arte.

Apenas el humo ha confortado la sequedad del pecho, ha invadido
sus ramas con tráfico y fraseo, si ha colonizado la seriedad involuntaria de las emociones, garantizando
un aparte de sonrisas mordientes,
toma cuerpo un fundamento fantástico en la fisonomía del detalle
que acaba con el resto no romántico de los acontecimientos fiables y se consolida como una ligera admonición.

Aaliyah habla desde un frente de hadas.
Imposible de entender el mudo escándalo de sus ojos actuales, idioma que solo se conoce
por el llanto; pero ella no llora, finge una gota de su calidez, es capaz de olvidarse un rayo en la mirada,
el destello fugaz de su melancolía perfecta.




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