martes, 13 de diciembre de 2011

a través de su intacto proceder

liliana ang, la lectura, acuarela sobre papel, 2010



Rama lee y resulta grácil en el acto,
como si hubiera crecido con un libro entre las manos.
Ella, elástica, puede apaciguarse lentamente,
visitar la quietud.

Lee y resulta romántica, un libro cualquiera;
pero no es un libro cualquiera, es su obra maestra.
Sujeta el tosco volumen -tosco ha de ser-
con los dedos flexibles emancipados del hueso.
Algo encorvada -¿tal vez bajo el peso de los siglos?-,
diseñada al viento la modélica espalda,
sus labios besuquean una lágrima virgen,
su mirada textual se arroja al pozo de la página siguiente.

El escritor se acerca, echa un vistazo a la cubierta y piensa:
está hojeando un libro de autoayuda,
pues así la sitúa en las antípodas del arte;
otra persona llega a su lado y avizora que Rama está leyendo a Thomas Mann.
Cada nuevo avistamiento descubre un título diferente,
unos ojos de según qué color.

Ella lee y resulta atractiva, líquida, como debajo del agua,
que sorbe las palabras con proceder intacto
y su cabello vuela en varias direcciones.

Rama se sabe el libro de memoria.
Podría recitar el capítulo tercero sin omitir un solo desenlace.
Rama no lee esas frases construidas a golpe de talento excepcional,
esos muros patrióticos o párrafos levantados en vilo por el estro,
inventa una novela rápida entre las líneas de la página en blanco.

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