miércoles, 31 de julio de 2019

zero


Un malentendido
grotesco. Ni profesores de canto, ni asesores teatrales; la declamación
es un arte molesto, prohibido en el Parque. Las chicas cantan, no declaman, observan
la melodía de la tierra, se ponen los cascos,
y pelean.

Guerra por todas partes, entre la hierba y el Sol, entre las nubes y el tiempo. No parece
tiempo, pero pasa, se entretiene con el aire, comercia con la luz. Oh, cantan
los pájaros al mediodía, los insectos arrullan el paisaje nocturno, el lago
permanece intacto como un tesoro de otro mundo y su voz
acarrea el peligro de la lluvia, la necesidad de un mañana real.

Cero poesía, cero espectadores, Zero. Ningún
procedimiento especial, la noche se concibe, se deletrea en silencio,
la claridad, la tormenta, el espectáculo del viento, esta naturaleza que arma su jaleo en perfecta ignorancia,
pura y ajena frente a la literatura y su potencia.

Ahora que abruman los milagros Destiny recorre descalza un cauce
seco, pisa la arena de las dunas, el rostro magullado de la sangre, de la carne, y sus ojos
destellan como astros minerales, blanden el oro de su encanto, la inhumana
precisión de su infinito desprecio, todo su Amor.

Habladle al oído de vuestra poesía,
contaminad la pulcra esfera que contiene su aliento. Vuestra
palabra es poca, no dura lo suficiente, apenas mejora el rumor
incisivo de la aguja, el llanto del estanque, la muda ceremonia de la incomprensión.

Decidle a Emily que la comida está en la mesa, no importa
quién. Que la cama está hecha y el fuego retuerce su confianza en la madera y el agua,
que fueron otras manos, otros labios, otra fuerza, que fue la poesía,
alta como el cielo de junio, la que seguía, descalza, el tibio funeral de la belleza.



martes, 30 de julio de 2019

desconocida


Destiny® reconstruye un edificio en llamas,
nos acerca la postura del milagro, su impostura inefable. Nuestro poema
incendia el paladar, corteja el interior de las mejillas, corona el Everest de la garganta: quien lo recite,
lo profana, vulnera su pretendida esencia, se desentiende,
no lo entiende, lo contradice y lo traduce a un idioma en desgracia.

Reducir a cenizas la comunicación
no es el cometido de la poesía (cuando el poema habla de amor). Oh, qué torpeza:
el poema siempre habla de amor.

Se transcribe la etimología del pequeño ángel; ella será la protagonista,
diosa de la comedia, su verso reprime un grito, esconde su intención de dar a conocer, de conocerse
y recomponer la nostalgia de un vacío mayor y más honesto.

El recital ha comenzado con retraso (ahora es tarde). Las chicas
suturan varios nexos, el aire se abarrota de palabras cargadas de silencio,
hay música, pero es algo imparable,
un piano moribundo, una guitarra elástica en manos de un extraño; y luego está noviembre,
que atardece las bocas con su estilo, arde en las bocas de la graciosa
multitud.

La familia y sus rocosas interpretaciones de la lealtad, qué anémico despliegue,
con sus espantosos defectos como letras de cambio, sus apuntes en la libreta de ahorros,
la desconexión con la voz interior y sus convicciones
sagradas. En cada casa derruida, un piano expía la voluntad del genio, su código salvaje.

Cubitos de hielo en el recibidor, láminas
de hierro en la lengua seca. Destiny® deposita un sello en la cuenta de las almas, paga con su propio
nombre, decreta la calma y lee en los corazones como en un libro abierto.
Ella es el espejo que no nos reconoce, la luz
que nunca llega a darnos la espalda.



sábado, 27 de julio de 2019

aquella piel


Valga el reflejo, la sensación abstracta de la luz
que en el pecho se torna lejanía y se hace espalda, espalda y luz. Amanece un rapto de coraje en el podio
viral del horizonte, el karma preferido de la próxima renuncia. Bulle una certeza
exagerada, un tramo de rectitud
tan bien escrito como unos evangelios
incontables, como un poema anónimo pintado en la pared recién pintada
del primer concienzudo desengaño.

Muros de la inteligencia, playas del recuerdo, aquella piel. Todo reluce,
brilla en su portentosa ilusión, disfruta de una maravillosa pertinencia, un rumoroso
placer. El jilguero nunca visto, el halcón de recreo, la victoriosa plata
de la Luna llena. Hay un manantial
oscuro que no engaña, de él brota la sangre de la negación.

Qué recital de miradas indefensas, qué ojos
rendidos por la historia. El pequeño ángel viene a recordarnos la felicidad,
trae los ojos tan rojos como llagas, tan rojos como el Sol, es una entrometida en este paraíso
en ruinas que nos ata.

Desatamos para ella la ignorancia del cielo, componemos un verso entre dos metas, entre dos
líneas intocables, besamos con fiereza la furia de las ensoñaciones. Nuestro
sueño es un arma contra ella y su esfuerzo, contra
la pulcritud de su estandarte, su rama militante y su hermandad
alada: no sirve ni hace mella en su frente, ni desanuda su rodilla feliz.

Ella se muestra ante el pueril rastreo de las máquinas, la extraordinaria
lentitud de los sistemas; se salta el mundo de una sola tirada: dos seises en el nuevo corazón
del universo, donde la luz se estrella y la belleza
funde su palabra de oro en el núcleo invisible del silencio,
ángulo separado del alma por una distancia imposible de medir.



miércoles, 24 de julio de 2019

ni en janelle


Qué alta misión delicada como un orbe, como un plato de sopa de estrellas o una taza de té.
No se manifiesta en el corpus unánime de la plaga
literaria, ni en Quevedo ni en Shakespeare (ni en Janelle
y su logo orientativo). Ni ha salido a relucir en los mentideros del apocalipsis.

Fuera del mundo hay otro que no existe (y ya son dos); desde ahí, de aquel vacío incorpóreo,
llega el pequeño ángel con su manual de instrucciones, su cuerpo y su motricidad,
su instantáneo deseo y sus propiedades adultas.

Sus propiedades empiezan por un campo abierto, hay un campo solo para ella, donde
ella es capaz. Suele haber también un fondo musical
que es un cheque sin fondos musicales, sin referentes ni un buen batería de jazz. Confirmado: en cada
nuevo planeta hay unos Beatles dispuestos a merendarse cien discos de platino (y sin ácido de Owsley);
Destiny® lo sabe, es parte de su bagaje intelectual.

Por tanto, no cree en la literatura, que no es un aliado
fiable, ni en el haiku, que no es (más que una montaña nevada y una mariposa en la cumbre).
Desconfía de su origen, no apela a la divinidad
ni se cartea con el infinito (aunque una vez vio el infinito en el cine de verano,
y no le gustó).

Esto significa un movimiento o un campo escalar (por ahí vamos mal). Es un derrotero,
camino, vía muerta (por ahí llegaremos al comienzo). Comienza
con un movimiento errático y una contracción de los músculos propios del cora-zón;
perderse es imprescindible.

Janelle quiso atraparlo, Quevedo lo enterró, Shakespeare sabía
demasiado. Ahora es su responsabilidad, el encargo del sicariato y sus genes invisibles,
ah, tendrá que emplear su don de mentes, su irascibilidad, su espíritu
sano y su cornucopia americana. Será por escrito, un génesis actualizado. Será un poema
prorrateado por las musas, un prólogo en vanos actos; se dará
cuenta de desperfectos y combinaciones. Alta misión, delicada
como un secreto a voces.



lunes, 22 de julio de 2019

esta rareza del amor


En la confusión, hay luz. Todo es tan perfecto que asusta, las cosas
muestran su perfil de cosa rara, los momentos muestran su perfil de tiempo detenido; se produce
una fusión y nacen los pasatiempos. Destiny® pasa el tiempo
detenida en una rosa, la escruta, la estudia, la mira con aquel ojo interior,
íntimo y maravilloso de su nación oculta.

A veces es preciso proyectar la luz sobre cualquier incendio,
arrojarla sobre cualquier socavón inoperable. A simple vista: el haiku se acabó antes de empezar,
era sumamente remiso, pretendía algo convincente
y sórdido aspiraba a la totalidad de la experiencia, pero se acabó
antes de empezar.

Esto para el haiku, que no tiene vergüenza. El poema debe
avergonzarse de sus montañas y sus ángeles modernos, de su automoción y su tráfico
pesado (y su tráfico de estupefacientes); el poema debe ser el estupefaciente, la conexión por excelencia,
su excelencia el jefe del tinglado.

Destiny® como si mirase por el ojo de la cerradura con ese nervio
óptico tan personal, esa industria mítica de la naturaleza. La vemos pasear,
seguir la misma ruta, el tramo respetable de South Presa, su polvorienta vía láctea, el recodo
involuntario donde la vida
extraña como una forma de vida y las chicas son fantasmas afanados a la literatura,
sacados de una novela rosa dentro de una novela negra
dentro de un chicle de mascar.

Dios se distrae con sus pasatiempos: guerras de religión y otras secciones
que no fracturan su índice de audiencia (cosas como la inexistencia de dios). El trabajo de los ángeles
es un rato difícil, nada fácil, es como hacer un haiku
de quinientas páginas y luego seguir bailando
como si en la confusión no hubiera luz
o se hiciera la luz por debajo del aire.



artgoritmo

sábado, 20 de julio de 2019

fresh blood


Montada en el poema con el viento de cara, amontonando
recuerdos para el repertorio y la falsificación. Los recuerdos son parte de la conciencia,
pero son parte de una conciencia colectiva, pertenecen al mundo como al individuo. Compartir
un recuerdo es algo tan corriente como paranormal, porque toda memoria se construye.

Montada en el poema en su forma automovilística y veloz, Destiny®, ese ser de luz,
es decir, ajeno a la realidad (o al universo). Atentos. Carne fresca por la Avenida, su matrícula
es   N0S4A2  . Es una broma, pero la bestia coopera
con el destino escondida tras los arbustos o participando en la carrera del siglo (sigue teniendo mal genio,
que es una forma de genio al fin y al cabo).

Se amontonan los recuerdos, los insectos, las insinuaciones. Todo
venido a menos, vendido al último postor, a un impostor, mal vendido a un fondo buitre
radicado en cierto nido de víboras, a cierta gran
altura, sometido a la molesta, módica incertidumbre de los inversores.

Montadas en la proa del poema, como en un tanque; las chicas son tanquistas
invencibles, van equipadas con prismáticos y chalecos amarillos, llevan bombas metafóricas, espejos
de una sola inspiración. El humo que despiden por la boca es el mismo que deja la metralla, la fresca
purpurina de sus labios es del mismo metal que hay en la sangre; vuelan
con el viento, sobre los árboles y las miradas, son tan de aire
como el beso de la soledad.

Oh, ser de luz ajeno al mundo, Ángel tú coronada de semillas; si el cielo es la conmoción
de tanto cielo (solo aporta un tamaño gigante). La felicidad, la velocidad, el golpeteo
incesante de la naturaleza amarga, ese talante musical que el vértigo
dispone y robustece; pues la memoria de la noche
es un fundido en negro que corresponde al ojo vago de la historia
y la brusca ceguera de la aurora.


jueves, 18 de julio de 2019

healter skelter


El ferrari rojo sangre de Sharon ha sido visto en la Avenida, a la altura del cielo,
en esa curva caliente
donde aguardan los profetas la reencarnación del polvo y el olvido, los fantasmas apuran su copa de sucia claridad.
Iba a toda prisa sin dejar huella,
más rápido que el cadillac del hampa, más rápido que el eco de una voz
prohibida.

Este suceso posible, objeto de esperanza, este relato
creado a partir de una colección de palabras rotas con un ala rota. Dicen que el profeta ha entrado en shock.
Destiny® ha cometido un exceso o ha trasteado con la realidad,
ah, su inexperiencia, el mundanal fluido que recorre sus conductos celestiales. A la vista
del mundo, ella jugaba fuerte, abría alto cuando…,
dividido en el aire, el juego parecía ascender y retenerse, virar hacia una condición desconocida.

             No estamos para milagros. A ciertas horas de la noche
el alcohol arroja un conteo estrafalario de miligramos y afrentas. Ahora
aseguran que el verso ha tenido la culpa. Pero el poeta solo se divertía un rato, sonreía parapetado
tras una rosa de invierno.

Resulta que el poema dice la verdad. Es de una condenada
extravagancia; ni que floreciese la misericordia, la calima arañando el deliberado trascurso del tiempo,
tan rígido en sus tiempos y sus determinaciones.

La calma cerebral del camposanto ha sido
dinamitada; el campo ha ampliado su repertorio clásico de ruedas y manojos,
detectives y pruebas materiales. ¡Tanto material para la nada! El verso se muere o lo han asesinado;
nadie sabe por qué los ángeles han tornado a su hábito de nubes, los sueños
han vuelto a la mente subliminal del arte
y solo hay un espacio oscuro que derrapa en el espejo, una gota de sangre
disuelta en la lluvia que rompe el silencio
con voz de multitudes.



martes, 16 de julio de 2019

mundo seco


Pues no hay mar, el Parque exhibe su homogeneidad estacionaria,
es un estado de gracia, un campo de sentido donde adquieren virtualidad such a beautiful heroes, plantas
de interior, arbolitos apresados a la sombra de un ciprés dominical, monasterios
suspendidos en el aire (mariposas de vuelta al paraíso).

El mar representa una víscera existencial, un karma de obligado
extrañamiento, parece un alma cincelada con diamante, sorda a las demandas de la ley. Destiny®
ha recibido su asignación mensual: alas para el baile, su enconado método
para la idolatría.

La poesía se sucede en este lugar infravalorado,
incomprendido. Durante un tiempo, el horizonte se perfila en la angustia de la vegetación, el pánico
azul de las montañas. El verso anula la sobriedad del hielo,
es otro frío calcado de la noche siguiente, un estercolero de bondad seminueva; las palabras
dan en el blanco como crochets de derecha. Y ahí están todas
escuchando la última balada de Mae, el último rescoldo de la voluntad del arte.

Mundo, no hay, o se derrite; el poema se desmonta
como un peso pesado fuera de peso se desborda por las cuerdas del ring. El poema interpreta el mondo cane
mientras saborea un helado de nata en un sitio seguro,
fresco y seguro como una minifactoría
warholiana saboteadora de talento, sano y salvo como un punto de luz.

Feliz –sin ancho mar–,
el Parque absorbe nebulosas de algodón, es un campo de trabajo, un estado
soviético lejos de cualquier cronología, aliento instrumental,
figuración y retirado estilo. Sobre el papel se recorre la forma
de forma que hace sospechar, cierra a las tres de la mañana con todo el mundo dentro, hace saltar las lágrimas
(y cómo pican los ojos de tanto humo y tanta rematada eternidad).



© Paolo Ventura

sábado, 13 de julio de 2019

oficio de interior


Destiny® ha desatado el vórtice de marras. Su fisonomía
encaja en la corte de las maravillas, su estilo concuerda con el ruido que estalla
en los bloques. El Hop integrado en la élite nocturna, abrazado a su familia desleal,
sugerido en los cónclaves y los pronunciamientos, el fondo adulto de Year of the OX, las voces
atómicas, rimas y demás.

A veces reconoces un espacio disuelto en la melodía
común, a veces un pequeño ángel interviene en los disturbios y la sangre
se agolpa en un latido formidable,
marmóreo, el pulso sagrado de las briznas de esta hierba filantrópica, esta anomalía del cuerpo fragmentado,
ese sucio encanto de la tierra.

Algo desafinado y (con todo) solemne; se interioriza una falta de himno o un ritmo corrupto,
frenético o freático, una terminología no poética, insultante. Cierta cardiopatía del pensamiento
oculto y sus nimiedades decisivas. El arte se revuelca en el deseo
de una nueva reforma; una pregunta formulada en sueños se abre paso a codazos entre razonables
objetos de interés: trátese de señales de tráfico, postes de la luz,
farolas atragantadas en su cargo, se(cre)tos recién
podados por una mano enferma y temblorosa.

Se multiplica el aire en la garganta de la multitud, se trata de una respiración
general entrecortada que asciende hasta la vida y la conquista. La imagen de Destiny® corona
el púlpito a golpe de rodilla y suave transición, su silueta
partisana –tan reconocible, propia de la mejor escuela, fundada en los recuentos y las mistificaciones, fundada
en la actitud y el desgobierno– roza la miel
empírea del sustrato real.

El espacio se arranca a fortificar un lado de la habitación, justo donde no hay pared
y la ventana aparece soldada al paisaje
interior. Hay un tramo de silencio que se conmueve precisamente ante el vacío, resalta como una aproximación
al genio de la clase media y sus posibilidades; el aplauso que retumba en los estadios,
flamea como una bandera roja hecha jirones, un árbol de humo encaramado
al duro corazón del campo abierto.



jueves, 11 de julio de 2019

nuevos ricos


Una vida en la literatura para no saber cómo
[apiolar, engrasar, ajardinar, apadrinar, rellenar los colores sin pasarse de la raya]
inventarse un libro, sea un libro raso y sin condecoraciones.

Bien entendido que un libro consta de: páginas
y páginas finales.
Entre medias, entre líneas, omnipresentes como dioses de regalo,
van los formalismos.

Que la literatura es forma lo saben hasta las personas jurídicas que no pagan sus impuestos
(lo sabían). Para triunfar se necesita una mitología serena y ocurrente:
de Isla Crimea al Parque inmaterial y su Avenida completa hay un ancho espíritu
finisecular, una fantasmagoría de incalculables proporciones líricas y un error de estilo con sus afluentes.
Tenemos la valla pintada de amarillo por Jim Crow y sus secuaces bíblicos, tenemos el Pasaje y sus insolaciones, los juegos reunidos Ender, la meritocracia de Emily D.

Apilando nombres famosos al azar, concretando la fama y los remiendos
intestinos de la escritura audaz, el ansia de la publicación y su arrastramiento subsiguiente (editorial). El autor
disminuye una vez publicada la obra, pasa a segundo plano y se convierte
en corredor de apuestas, minorista, buhonero y corresponsal (pero eso ya lo saben –lo sabían–
hasta las personas físicas, netas contribuyentes).

Destiny

Tenemos Ángeles y pequeños seres rematadamente alados, mosquitas muertas (en argot).
Destiny fantasea (tu quoque…) con una idea esponjosa y trivial,
el argumento decisivo, una sobreactuación sobre todo el universo y su extrarradio
multidimensional, un compadreo
semiautomático con personajes de última generación, sui géneris (del Génesis),
y chicas malas.

¡Pues cómo se da brillo cuando las cosas se tuercen! y deja a la gente sin máquinas del millón.
Está leyendo un libro y ya subraya las páginas finales
llenas de formalismos y coyunturas exóticas, estructuras de ficción
y marrullerías léxicas, fingimientos y saudade.

Página final

Una vida sin propósito de la enmienda,
en el fango de la autorización y sus movimientos tectónicos hacia la mansedumbre, sin auténticos
rasgos realistas, aupados en la vileza sorda del teatro pobre,
nouveau riche de una poesía despojada de su eterna palabra.



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