¿Y si Jordan no lo quisiera? (a quién?). Al poeta. ¿Y si el milagro
no ?
El poema no contempla esa disminución, dicha disyuntiva, no considera
ese espaldarazo inverso. Ah,
tenemos a Saxberger en esencia haciendo pinitos ridículos en el
cenáculo
juvenil, excitado ante las atenciones de la actriz madura,
madre artística,
crítica mansa.
Nos encontramos sobre el escenario ideal para la representación de la
impudicia
sentimental, el sentimentalismo. Noname Gipysy suena
despacio con esa resolución inmediata de mil píxeles guapos (la verdad
es que no necesita a Chance). El poeta
(Saxberger) quedó encallado en Nas. Por eso Jordan
observa sus progresos sociales con cierta resignación, indisimulada
alegría y fomenta la fobia, es decir, el ansia renovable, esa energía
del montón hueca de contenido,
cuántica en el sentido metaliterario del término, esa carencia
estricta de sorpresa y seducción política, de ilusionismo y poesía
real.
El parque no ayuda, no ayudan los vítores bajo la fría ventana ni la
coba, el elogio
difuso y coyuntural. Gris dibuja su enorme presencia disuasoria
y ya está. Contra el trapecio sudoroso de la noche, la bestia
engrandece su leyenda, fabrica nuevas
aventuras en el inconsciente selectivo del gang.
Si Jordan no ama ahora, no es porque no. Si tal vez amara un verso
minúsculo, de quita y pon, una sombrilla en el lenguaje cegado por el
sol, una manada de letras
regida por el canto. El espectáculo sería: Ella Dueña de sus Labios.
El poeta es Saxberger y se le nota el frac debajo del oído, se le notan
de lejos las viejas ambiciones, esos andares
patos, retales del paso noble, aquel uniforme prusiano en la materia
que volaba las rimas
como si fueran profundas carcajadas del arte, fincas de retiro donde
escuchar a Bach o tropezarse con un Goya
indescifrable, donde ser de golpe el príncipe y el moribundo, la
enfermedad y el éxtasis.
Vemos al poema de amor volando en círculos bajos, cuervo americano,
seriamente
perdido, exmarine, exboxeador, extenuado y bueno para nada. Basura
blanca en el cubo de la basura de la vasta
cultura desbordante. Y Jordan que recuerda y vuelve,
luego se va del todo, pero vuelve
y su corazón derrama un prodigio de sangre encantadora, una forma
de sangre que se mueve con el crujir del tiempo y guarda relación con
la confianza,
es coherente con el aire que inunda los pulmones al trasluz,
la boca de palabras nunca vistas,
las manos con el oro de la música
y el verbo.