Ángeles
que se han merendado un prado de marihuana
delante
de dios (alguien ha llamado a la policía: Johnny B. God). El humo parecía un
fenómeno
estelar
subordinado –ingeniería en formato vertical–, parecía un reclamo, trampa para
jilgueros. En el poema
nadie
había dicho fuego todavía, pero el
aire estaba intenso.
En otro
lugar del Parque –no en Highland Park–, el infinito
experimentaba
una inflación considerable, doblaba su tamaño con frecuencia olímpica, era el
espacio
dubitativo
y pusilánime el que se agigantaba, reproducía hectáreas de hierba sagrada.
Destiny no dejaba de fumar,
una
columna heroica ascendía desde su pequeña sombra
alada
hasta la escalera correcta, correctamente. Ella corría como alma que lleva el
______, como un helicóptero
terrestre,
un tanque de espuma, nata montada derramándose con parsimonia cruel.
Esta es
su Historia. De fondo la partitura de Janelle, ¡Santa Madonna!; su piel martirizada,
entregada
y súbita,
NO; sombreada, alanceada, blanqueada como un sepulcro blanqueado, ¡NO! Su piel
privada,
creada.
Reflejada en su espejo nativo. Ningún milagro en el estreno (hacia el extremo),
ningún motivo dentro de lo común;
una
tarde en el cine huyendo de la navidad, una tarde en la cafetería mientras. El
orden
estético
multiplicando su estatura como un universo expansionista, estatuas merecedoras
del sentido reconocimiento público.
El
Parque se ha fogueado con el estrago literario del rap, esa melancolía desatada
en los sótanos,
aupada
a los columpios de la desventura. Las chicas ametrallando el silencio que nace
tantos metros bajo la tierra
fértil
de las bellas artes, metros cúbicos de magia hiperreal, cubismo enfrascado en
su milenio,
insoportable
gravedad, moscas títeres como leones de la Metro.
Una
pulgada, un acre… El eslogan sería: ¡mulas a ultranza! Todos con la misma cara
de ley seca,
manos
arremangadas hasta el codo, labios sin disciplina, ojos. Oh, la banda sonora,
¡Highly Melanated!, una policía
armónica
por fin, desarreglada, la profundidad de la Avenida y sus corrientes. Este
milagro que ha llegado
tarde,
cuando la soledad ardía en el corazón del templo y las aves habían comenzado la
instrucción
de los edificios,
su elevación en la distancia.
Destiny
ha cantado con la voz femenina de Janelle y los órganos del cuerpo de la noche
han rociado
sangre
sobre la parte agnóstica de la ciudad dormida. Algo como si diluviase un
contraste de luz y promesas
reprimidas,
un anquilosamiento de la proximidad; algo extraordinario ha sucedido,
pero
fundido en negro como el prólogo ardiente de la nada.