Y bien, ¿hace cuánto tiempo que no escribimos poesía?
Venga, no jodas con eso otra vez, claro que la
escribimos, a diario lo hacemos, lo sabes.
Ya, pero no me refiero a esas chorradas de las noches y
los días y las ciudades, que creo que no da más de sí, por otra parte, que ya
hiede un tanto, me parece, con esas avenidas y esos edificios y los pobres
árboles y tal...
Bueno, ahí tienes los sonetos, ¿qué dices a eso?
Bah, los sonetos se hacen o no se hacen, tampoco creas
que somos tan buenos con los sonetos de las narices. Nos falta seguridad. Y
también en los sonetos se descubre esa carencia, esa falta de intensidad real
que sobrevuela toda nuestra producción.
No desvaríes... ¡tú lo que quieres, lo que estás
deseando, es que contemos intimidades del alma humana! Horribles intimidades
que a nadie importan un comino y además son siempre falsas. Quieres que nuestra
página se convierta en un confesionario, como en telecinco.
Ja, muy buena, pero recuerda a Federman. Hay que hacerse pajas, metafóricamente hablando, por supuesto.
Claro, pero es que a Federman le pasa lo que a los Roth,
que hablan sin trabas de su degenerada pubertad, porque su degeneración, aún
siendo aparentemente infame, no alcanza las cotas de la verdadera degeneración,
no sé si me explico. No es una degeneración de la que avergonzarse, ni siquiera
en el caso de Ira Stigman.
No, bueno, te has marcado una perorata interesante, muy
degenerada, solo te ha faltado concluir que esas son cosas de judíos, pero mi
anotación sobre Federman era marginal.
Quería decir que deberíamos ser más introspectivos, quizá, más
profundos...
Hermano, no menciones la profundidad en casa del ahogado. Esa es una palabra maldita, y no
por reivindicar lo epidérmico como modelo creativo, sino porque es una palabra
ridícula. Me hablabas de Federman, pues yo te hablo de Everett, y de su muy
realista novela en la que la profundidad suprema y alabada por la crítica
estaba nada menos que en... ¡Mi
poblemática!
Reconozco que me haces reír, pero sigo afirmado que no
escribimos poesía, que o nos ponernos a trabajar en serio o deberíamos ir pensando
en abandonar el oficio.
No te me pongas tan melodramático. Creía que había
quedado claro que nosotros no podíamos rebajarnos a mentir a ese nivel. Porque
de eso se trata, de mentir como bellacos. Yo no quiero hacer esa poesía de
desnudar el alma. La encuentro adolescente (en términos poéticos, aunque la
escriba un tío de setenta años). Lo mejor es tratar de filtrar alguna idea
entre versos que no parezcan demasiado profundos, como siempre hemos hecho...¡Ah!,
la poesía... Fondo y forma. Y la forma te dice que cuando encuentras un verso
perfecto siempre va a resultar verdadero, independientemente de que lo sea o no
en realidad. Otro poblema es que
cuanto más se profundiza, más se estrecha el fondo y al final todos convergen
ahí. Ahí en eso. En el fondo, que es
casi una singularidad que aglutina y corta por ese patrón profundo y uniformiza
la escritura de los poetas audaces.
Muy bonito. Así que, en tu opinión, la profundidad ha de
ser, digamos, sobrevenida, no buscada conscientemente...
Exacto. Y es bien difícil, no creas. Hay que colocar los
objetos de tal forma que establezcan relaciones entre sí y produzcan rayos de
luz, más o menos... Pero no hay que andar con lanzallamas por ahí abrasando
conciencias. Por cierto, ¿cómo se busca conscientemente la inspiración?
Bah, no me convences. Cualquier crítico, cualquier tipo
sesudo y universitario, cualquier persona culta y universitaria se reiría de
tus argumentos. Lo llamaría incapacidad. Y punto. Concretamente, lo que tú
propones es que no escribamos poesía, sino adivinanzas, acertijos,
¡ocurrencias!
Por favor, serénate. Y no blasfemes. Existe un término
medio. Hay un espacio entre la o y la
p, como entre Lyon y Spakowski, un
amplio espacio entre la ocurrencia y las profundidades abisales, y nosotros
tenemos la obligación de buscar el centro. Tan lejos de la impostura como de la
severidad académica. Lejos también del léxico excesivo como de las
improvisaciones formales. Luego se quejan de que no los leen, los poetas, de
que no se venden sus libritos de cien páginas. Nadie en su sano juicio se
dedica con entusiasmo a leer algo que le saca las miserias a la luz, por
decirlo de una manera gráfica, que le hurga en las entrañas y le enfrenta
brutalmente con su mediocridad o con su zafiedad o con su egoísmo y su mala
hostia. Nadie va a tener un libro de ese jaez en su mesita de noche...
Ja, te has envalentonado y has soltado una sarta de
memeces importante. Ahora quieres descalificar de un plumazo a todos los
grandes poetas, los grandes y PROFUNDOS poetas que en el mundo han sido.
Porque, por si no te habías dado de cuenta, la poesía es profunda por
definición, es profunda o no es. Se siente, oyes.
La ignorancia es atrevida... Por definición, dice, y se queda tan ancho. Pues nada, vamos,
defíneme la poesía, machote, ya que te pones... Dicho esto, tengo que admitir
que llevas algo de razón... Pero es que
algunas profundidades me sublevan de verdad. No puedo con ellas. Digo que
llevas razón porque es cierto que los grandes poetas son a menudo pozos sin
fondo, pero no son solo eso. Los grandes poetas son, sobre todo, misterio.
Bien, pues para resolver un misterio hay que, examinar,
escarbar, indagar, en una palabra hay que profundizar, así que mejor me lo
pones...
Ya, pero no es imprescindible resolverlo como si fuese un
problema matemático. Uno también puede, simplemente, dejarse sobrecoger por él,
o puede simplemente admirarlo, aquilatar su valor estético.
Vale, para ti la perra gorda, el caso es que así no vamos
a ninguna parte. ¿Tendremos que esperar a que se muera otro de nuestros ídolos
para hacer un poema decente?
Usar a Whitney para afianzar tus posiciones es
rastrero...
De acuerdo, lo retiro, disculpa, ha sido un golpe bajo.
Lo que no retiro es lo demás, que si no nos
movemos vamos a acabar haciendo patochadas sin gracia ninguna, para
bochorno de nuestros escasos lectores.
De modo que sugieres una vuelta a las esencias, un
retorno del Jedi, una involución en toda regla, un jodido Big Crunch. ¿No ves
que lo que hacemos ahora es resultado de nuestro desarrollo, de nuestro
crecimiento como escritores? Por descontado que dejar de escribir siempre es
una opción. Pero, entonces, ¿por qué no lo hacemos y acabamos de una vez?, ¿no
será que mantenemos una cierta confianza en nuestras posibilidades?
No, apenas estoy sugiriendo que seamos sinceros, nada
más.
¿Sinceros? Si ya
lo somos, y por encima de todo. La sinceridad abarca un espectro comunicativo
de lo más amplio. Nadie deja de ser sincero por no decir toda la verdad. Pero
ya sé a lo que te refieres, no quiero entrar en una dialéctica miserable
contigo. Hablas de la primera persona, de escribir más en primera persona y con
hondura, ¿no es así? Y todo porque la primera persona conduce a la profundidad,
revela sus secretos si no quiere pasar por inane y aburrida, tiene que echar el
resto, que comportarse. Olvidas que
nosotros teníamos un empacho de primera persona que nos hacía vomitar
obscenidades, es decir, intimidades, a las primeras de cambio. Y, claro, ya
dice Gombrowicz que hablar de lo que no se sabe es garantía de incurrir en flagrante
error de estilo. Lo mejor es que Gombrowicz se equivoca e incurre él en su
famoso error de estilo cuando afirma lo que afirma. No entiende que si eso
fuese así, terminaríamos por allanar la literatura de una manera escandalosa,
porque lo que la gente en realidad conoce no es mucho, y la mayoría conoce las
mismas cosas. Así que uno lee la poesía publicada por ahí, en los sitios
prestigiosos de la red y casi nunca se sorprende de nada. En general, poesía
cortada por el patrón de los concursos literarios. Debemos huir de esa
fatalidad.
Ya, pero es que a mí me da envidia a veces leer algunas
cosas serias y me pregunto, ¿no podríamos nosotros hacer algo semejante?,
¿intentarlo siquiera?, ¿o es que estamos ya en baja forma, en caída libre,
fuera de onda? Eso es lo que me pregunto, si no habremos completado nuestro
ciclo.
No lo creo, es más, estoy seguro de que, ahora mismo,
podríamos tener una idea. Podríamos escribir ahora mismo un poema solo dejándonos
llevar, empleando recursos de nuestra vasta reserva lírica...
¿Ves? Te delatas, supongo que sin pretenderlo. ¡Cómo que dejándonos llevar! Si es precisamente a
eso a lo que me vengo refiriendo desde el principio, a ese desvanecimiento
creativo que padecemos que no salimos de las calles y los vehículos y la gente
rara que hace tonterías y ese cielo y esa noche, que hay que joderse con tanta
oscuridad de pacotilla. Hay que joderse porque el rollo fluye, ¡y cómo no va a hacerlo si no posee ninguna solidez!
Je, sí, lo de la vasta reserva lírica iba de coña. Quería
expresar lo siguiente: que no necesitamos a una musa tocándonos los cojones
para escribir un poema, ni oír campanillas, ni rezar un padrenuestro. Que
nosotros no somos de esa clase de poetas que sufren eclipses prolongados, que
se ven abandonados por la inspiración y todo eso. Que nosotros no somos poetas.
Verás, y con esto doy por zanjada la discusión, si no te importa, cuando menos
por el momento; nosotros vamos diciendo, tenemos que decir y probablemente lo
haremos, y tal vez nos dejemos lo mejor para el final, como Henry Roth, y puede
que entonces superemos la degeneración tan literaria de Ira, y la nuestra,
nuestra deformidad, sea a los ojos del mundo tan cierta, grotesca y monstruosa
que cause verdadero pavor...
Largo me lo fiáis...
¿Acaso dudas de nuestra clarividencia?
No osaría... Oye, me ha encantado lo que has dicho hace
un momento, lo de que nosotros no somos poetas. Efectivamente, has zanjado la
discusión de forma rotunda, eso sí, a mi favor. Si no somos poetas, es lógico
que no escribamos poesía.
Ah, pero yerras, caes en la trampa como un cervatillo
desvalido. Precisamente porque no somos poetas siempre escribimos poesía.