Destiny® viendo El Exorcista (primera parte). Destiny®
leyendo El Resplandor.
Confraternizando con Regan, confraternizando con Danny,
con esa especial fraternidad obrera
propia de los peones de ajedrez (o en Ferdydurke).
Considerando que el Mundo no existe.
Teniendo en cuenta que el Universo (que no existe) puede
ser definido como
una función de onda.
trasladarse entre burbujas, branas o simplemente entre
realidades
simultáneas sin necesidad de emplear ordinarios agujeros
de gusano, gadgets paranormales. Un Ángel como ella
posee propiedades inmutables,
da la talla de la divinidad.
naturales a la vista, sin producciones cinematográficas
de la naturaleza ni depredadores
persiguiendo hamburguesas de cebra. Nubes
que contraen deudas de humedad con el ambiente. Alguien
pide al cielo que deje de llover, que llueva
torrencialmente, alguien se descuelga con una rogativa
poderosa, un truco de magia, un Koan Zen; y el zahorí renueva su plegaria
agnóstica, su búsqueda taumatúrgica, su particular
renacimiento.
completa del desayuno inglés. Ha trazado un tímido arco
de compás con los dedos
índice y pulgar, un mecanismo que funciona. Su rostro
desciende a la materia: dientes perfectos como
constelaciones,
ojos sumidos en el tártaro de la incertidumbre. Y el
Mundo que no existe, pero llueve
(primera parte).