lunes, 29 de octubre de 2018

acerca de la noche


El espejismo se hace presente, es el presente invadido por recreaciones de la perversidad
futura; lo cierto es lo que permanece invertido,
pertenece a una sociedad sin límites.

La fotografía capta un esbozo real, sobreviene con toda su apariencia, realza cualquier flaqueza imaginativa;
orgullo de la tecnología, su resolución resuelve disputas matemáticas: Harlem a principios de los noventa, el manifiesto
oficial de la cancha de basket, los surtidores de verano y la ferocidad de un ángel de cartón. Cuántos
ángeles verificados, auténticos como una bala en el cerebro, como una ala norte,
semidioses cultivados en el polideportivo, héroes de la pista de baile.

No existe otra bendición semejante, otra contradicción con mayor poder sugestivo. Son nuestras Sisters With Voices,
seres humanos sobre un fondo apocalíptico de destrucción metódica; donde estuvo el centro
comercial hay un montículo improductivo, radiación que se te mete en los bolsillos. Hasta los ángeles se acercan
con trajes impermeables, parecen astronautas del quinto paraíso, oh, espacio amurallado (no hay espacio para el amor).

Amor es lo que traen en los bolsillos, pequeñas píldoras, miniaturas del superlativo amor que salva galaxias en apuros,
planetas inocentes. En realidad, no hay un espejo suficiente para tanto dolor; Jordan no se mira en el espejo,
tiene la dentadura en mal estado, dientes mellados, muelas picadas, acné juvenil a los 25, el pelo negro y lustroso, eso sí,
el pelo en su lugar, rizado y llamativo, mullido como una solución habitacional de dos por dos.

Ahí está el dilatado, remozado delirio, la mesmerización involuntaria, el mecanismo
autónomo de las revelaciones, (esto es) the miracle. Producido por Destiny (o por Disney), dirigido por Destiny, algo acerca del destino,
por supuesto, acerca de la noche en que todo terminó.

La nave especial desciende con apabullante aparato escéptico; de ella sale un robot mayordomo con la bandeja del soul,
su voz es la voz del cantante de gospel y brilla en el desierto, cautiva auditorios, diviniza el polígono del Arte. En realidad, el Parque
sustituye al vacío; el Parque nada en sangre. Pinchas un alma y derrama un litro de sangre azul, pinchas un millón de almas
y tienes un océano de luz que es necesario ocultar.

Jordan se mira en el agua azul y de su reflejo surge una materia pensante que no se puede comer pero
da forma; y la forma es un cuerpo de atributos espléndidos, neumático pero invisible, es un donativo para el hambre,
precuela del amor y sus misiones, solo efecto, sin causa ni pecado.



sábado, 27 de octubre de 2018

monte carmelo


Pulir la tetera con sus tazas, sus platillos de porcelana carísima, tomar
el té en el vagón restaurante; en esa esquina tétrica del Parque con la Avenida donde se ligan los gramos
más puros de la marca, el verdadero polvo de ángel, la subida sin estrés, el linchamiento
capcioso de la angustia y sus quehaceres románticos; es como vender piezas
decorativas replicadas en la obra del último minero espacial.

Con los ojos vidriosos y la copa de vidrio; la naturaleza ante los ojos,
deliberadamente natural, hecha un pastiche químico, el vertedero, la guinda basural del monte carmelo,
el extremo aritmético de la mejor narrativa equilibrada.

Jordan ha sido captada en el momento de. El humo era una humareda, la hierba
era un kilo de hierba prensada del país, un rollo de césped artificial, una pradera americana, el humo era un bisonte
enamorado, una pluma en el viento (Vurt). La física de las emociones
en busca de un significado cegador.

Vienes por el círculo máximo de la traslación, adviertes un horizonte
circular, una montaña rota por el ábside. Los animales, los edificios, la ciudad a imagen de Escher y sus filigranas
expresionistas, su escalera ominosa, gomosa o gnóstica, el calibre, la escala virtual
de sus remesas gráficas. La nota es el ascenso, el mismo cielo que supera la cantidad del aire,
incluye el ritmo granulado de la piedra, esa novedad artesanal.

Vamos a la tienda y compramos la tetera perdida, el objeto arqueológico, el no sé qué del siglo XXI,
la puridad del intelecto vendida y fósil, fosilizada, líquida como el hielo que se deshace en la piel curtida del amor. Jordan
va y contiene la respiración, es toda aliento, es un ave mística,
dulce y repentina, y dulce.

Desde el vagón restaurante,
el campo es fruto de una suposición peculiar. Hay teorías al respecto, poemas al respecto,
rimas punteadas por una legión de regidores. Una muchacha aspira el rearme de las rosas, lleva la nieve en el pelo,
tan blanca, y su vestido blanco es un rayo de sol, sus labios tiene fe, pero no en el día de mañana,
es la fe del carbonero, que no guarda distancia entre un ramo de sombras 
arriesgadas y un juego de té delicadamente imaginario.



miércoles, 24 de octubre de 2018

héroes de bcrst


Pájaros norteamericanos, perros de Bcrst. Frases
como meteoros que prohíjan la verdad, honestos vértices del interlineado, números
primos acercándose a la velocidad del trueno al final de una serie irreal, el infinito mar de la literatura; Gargantúa y Pantagruel
perfilados por un jilguero de Wisconsin, escritos en el vértigo de un giro postal, al dorso
de una noche anunciada sin tiempo.

La gran escatología literaria directa hacia el manicomio de la red social; todos dando pie,
digresiones sobre un pie normal, variaciones sobre la mansedumbre de las bestias. Pastorcillos inmersos en la vorágine
del milagro, graduados en la involuntariedad de las cosas del cielo, en lo imprevisible y lo tremendo,
dignos herederos del mayor borracho de la historia.

En el Parque no se detiene la rueda, obliga, deforma la realidad con su estallido,
es una subida de tensión social; Jordan asciende (qué va, sube) la escalinata, ¡qué va!, una escalera de peldaños rotos,
peligrosos, la madera podrida del estado, remonta un espectáculo de nubes
tan veraces, tenaces, locas de hielo y humor gris: es la reina del otoño pero no hace mlgrs, su amor no pesa tanto ni pesa
demasiado para ello, su amor es (hasta ahora); era una fecha de caducidad, una flecha lanzada por un ciego.
Aunque sucede el milagro, aunque suceda y la tierra
reverdezca a todo tren y el campo rechace la solemnidad de su pasado, y el humo
sea como el hijo pródigo de la inocencia.

Estamos en la intersección, el divino conjunto, dentro de la mandorla escalofriante
donde la luz procede y la sombra es un procedimiento sin registro de salida, un recurso infeliz. La luz
viaja como Katerina, como si fuera a salvarse por primera vez, de nuevo como si el mundo
no fuese el despeñadero que es, la fotocopia de ese anhelo perfecto que siempre ha ansiado ser. Hoy, las barcas mascullan
su impulso moderado, el agua decide un grado menos de entusiasmo, se resiste a caer por el hueco tangible del silencio.

Sueños norteamericanos, héroes de Bcrst. Fresas inmediatas, flores tísicas, abejas de otro
canto, poetas manchados de carbón, princesas rusas, poetas manchadas de carbón; ah, la escuela
de lo extraordinario, la violencia teatral del verbo, capaz de organizar una función sagrada con un cabo de cuerda
y un pájaro enjaulado.



lunes, 22 de octubre de 2018

hay un poder en ti


Está sobre una roca. No para el discurso, no para la vida, no para el Arte ni
la humanidad que descansa: solo para la roca. Solo para el estropicio del amor, la violenta
reacción al instante siguiente, la picadura del insecto, el tacto original de la raíz; solo para la parsimonia
del olivo, el vuelo terrestre del polvo que rastrea en la oscuridad del sueño.

Oh, la dentadura perfecta del futuro ha inventado un mordisco que no duele, una forma de fracaso que no salpica
sangre ni fecunda los párpados; si tu madre te corta la ropa con unas tijeras,
si tu padre se quita el cinto y lo blande como una cimitarra, si eso ocurre, entonces. Hay un poder en ti:
súbete al primer espíritu circulante, al primer tranvía surgido de la nada, a la primera
novela en ciernes, y escapa, surfea las noticias del periódico, construye un fraseo
omnipotente y declama con el ritmo de un millón de escuelas demolidas, la intensidad de una clase de estímulo
rotundo, tararea el último anuncio de la televisión, su melodía impúdica, entra en el museo de cera y verifica el ansia
de los muertos, la misteriosa presencia de un espacio tranquilo.

El poeta está sobre la roca, roza la plenitud con su lengua de hielo, y escucha: el relámpago, el sordo crack
del alma en su llanura, la autonomía insólita, brusca del azul que mortifica como un baño de paz, como un río pequeño;
descubre la huella del Ángel que partió.

Destiny (como para no verla) dignifica el aura –tiara bendecida, saga
incandescente–, lleva: los vaqueros rotos, su pelo inesperado; ajena al vituperio de los fieles, la transitoriedad de la agonía,
la música. Difunde una música evasiva, sus dientes castañetean, sus brazos se dilatan con la inflación del universo
(hacia otro lugar), su rostro usa tics y marionetas, ojos, labios y ciudades,
nubla curiosidades cotidianas.

No brotará el poema de la roca, no seguirá la rima estropeando el premioso
dictado de su ausencia, su módulo artesano, su sincopado estreno –esos nervios. Oh, Ella luce un vestido
indecente, cortado al bies por una reunión de hadas mañosas, un sindicato de duendes embebidos, su pelo
coronado por un reloj de arena, la pértiga de sus pestañas que alcanza el índigo sucesivo del otoño estelar, la hondura,
el abismo resultante de sus ojos negros como una moneda falsa en la mano de un niño.

La roca se ha movido: pasa todos los siglos. Y los recuerdos vuelan hasta la playa donde las chicas
caminan mojándose los pies; y la luz interviene para mostrar el nombre
que ha soñado la tierra, el camino al hogar… y la palabra.


viernes, 19 de octubre de 2018

buenavista


Posición,
Divisadero. La libertad de crear una vista constante, la buena-vista correspondiente, el panorama. Ved
caer palabras de la nada, tomadlas en consideración: son ladrillos de la poesía. En el tejado se escribe mejor,
hay una furia dominante en la altura, un ruido que subyace, paradójicamente. El poeta
domina una extensión uniformada de pensamiento, pero, en realidad, al norte solo hay campo, al sur, más campo, al este, al oeste,
campo y soledad, la tristeza más compacta o el estado procesal del corazón.

Creía poder escapar del territorio equivocado; pero la tierra es igual que en los planetas
y el vacío es igual, el agua es H2O, el manantial es un órgano secreto. Desde aquel árbol, la muchacha es la misma
con su vestido blanco, es el mismo Ángel (de nombre) Destiny, Angel Haze, es la misma
persona vestida de blanco (y sus rodillas son también un prototipo celestial).

Se trata de una superposición de cuerpos bárbaros, acaso un préstamo de caracteres; el hipotético
valor de una sonrisa teledirigida, frontal, algo maquinal que podría consistir en un extraño viaje al hígado de la galaxia;
digamos que lo que se ve no tiene parangón, ni correlato bíblico ni meridiano, que es
un frontispicio artificial, una fachada melancólica, el paseo de Walser, la mecánica del alcohol
distribuyendo orgasmos entre los trabajadores.

Vamos con la ilusión del Bowery y sus funambulistas; aquí todo se edifica, hasta las rosas
requieren andamio y persuasión, sudor y mayorías cualificadas. Describir un litro de sangre no es fácil aquí,
con un litro de sangre se escribe un solo libro de caja que es como otro libro de familia, la gran novela americana de todos
los tiempos, la gran ópera del mundo, el ojo
abierto de la metaliteratura ingresando en la academia pública de la virtud.

Crear un horizonte es el trabajo. Desentenderse de la estudiada ordinariez de las cosas y recrear la forma
esférica, el muelle redentor. Es un trabajo triste para obreros objetivos; se trata de superponer
varios reflejos con la intención de reconstruir el aire en su formulación original, aquello que era imposible respirar. La voz
tiene que dar silencio como si fuera sombra. Buscad un buen agarradero, un palco serio al borde del futuro,
y contemplad el drama de la lengua materna, la inconsciente ceremonia de la luz.  



miércoles, 17 de octubre de 2018

meticulosamente


Si fuera un águila. Esta es la (sombra) del poeta desmembrado en su torre de marfil,
seco de viento, tan poco audaz como una ráfaga de luz derritiendo el espacio, preso en el árbol
seco de su pensamiento blue, líquido como una frase a punto de traspasar el umbral del verso (verbo en fase literal). Sus alas
muertas, ciertas, elegidas por la pasantía del silencio –su arrebato nupcial–,
alas ciegas a la restauración de los cielos; ah, ese vuelo oblicuo del halcón que conoce la sangre, enamorado del pálpito,
sumido en la deflagración sentimental de la Naturaleza.

Sin alas es el recorrido, el maratón sobre el mar, cabalgando la cresta de la noche. Desde
el vértice amable de su retirado estilo –su escondite de clase. Desde la caligrafía opaca de su desencuentro
con la vida, meticulosamente desangrado en el recuerdo, hijo de una memoria
estilográfica, de un espasmo literario. Sus manos llegando de nuevo donde la pluma no refleja su ignorancia del tiempo,
hasta el mítico reino del vacío, su lugar en el mundo. En un octavo piso matemático,
representando su rutina organizada en vano, su tímida lectura de un pasado que agoniza.

Es infinito. El poema. La poesía se ha cortado un dedo dando de comer al sueño: surrealista.
No se le ha visto (al Parque); el Parque no se ve porque su infinito es mayor que los demás (infinito más uno). La derrota
describe un tallo de rosa, un patetismo inmaculado. En el poema, la rosa se desmonta pieza a pieza, letra a letra
doblega su inmanencia y su prestigio, decae en su altanera alegoría, es la mínima
común inspiración, el trámite consecutivo, algo de índole racial (tal vez), tal vez algo ergonómico del alma, un espíritu
inclinado a la razón.

             El poeta se muestra en su mediana, infravalorada necedad,
su góndola propicia zarandeada por los elementos, receptora de lluvias y metales; oh, ha calculado el mito
correspondiente a su estoicismo, toda la historia que se le atribuye a su acento prosódico, todo el desánimo que se le atribuye.
Si fuese un águila destronaría al sol, soportaría el peso del olvido con una sonrisa en la mirada, sería
recolector de nubes, aguador del agua, sería de otra forma, más sereno, menos íntimo, su pecho
contendría otra voz menos llena de duda y más amarga, apenas moldeada por la sorda dulzura del mal de cada día.



domingo, 14 de octubre de 2018

la vida de los demás


Esta es la vida de los demás. Decimonónica. El pensamiento
cumple con su misión de relleno, la vista redondea la realidad hasta hacerla respirable; el Arte
apesta. Sí, tenemos competencia. Si tenemos competencia construimos
rascacielos léxicos, catedrales impensables, económicos tomos destinados al análisis universitario, la tísica tesis
doctoral, el trompazo exclusivo.

             Dice el poeta que no le interesa la vida de los demás, y lo hace subido a un tronco, rampante
sobre un sólido vegetal cualquiera, uno de fácil escalada, uno con escalera incorporada para no matarse en el intento
y, desde allí, superando la visión esquiva del horizonte visible, pone en marcha su hipnótico
contador de acontecimientos y espera, ve pasar el tiempo, sin amigos
ni conciencia de la monotonía.

Sus demonios. Seres proteicos y descafeinados, horribles y sacados de una pesadilla mirceana, lovecraftiana,
suficiente para que los solenoides comiencen a funcionar de manera UNÁNIME,
jueguen a las cuatro esquinas de la ciudad (que puede no ser Bcrst). Entonces Jordan se agazapa,
informa a su contacto en la guarida del KRIT (no): la música está perforando
tímpanos innecesarios (o innecesariamente, qué más da).

             Hay un cómic premonitorio que describe con precisión quirúrgica
sucesos imprescindibles, la llegada unilateral de un mesías fascista, el engendro
universal y germinante, increado y súbito, la resistencia del polo positivo, la formación casual de un Parque
autónomo capaz de dar asilo a un millón de almas.

El Arte cambia de tamaño, de porte, de parte y de poder, se resuelve a un precio inasequible,
duda de sus proporciones, muda de corazón como de estómago, lanza al aire un saco de colores.

Jordan en la ciudad: una luchadora sobre el asfalto (a veces no elige la pastilla azul). El cielo azul
siempre está a la orden del día, y de la poesía; y la tierra brinca
como exigiendo un pasaporte, como poblándose de mármol. En la Avenida puedes seguir las cruces del sucesor de Bansky
(otro poeta), puedes hacer un poema con tus propias manos, a dos manos, a cuatro manos,
con todas las manos del mundo, todas las manos del hambre y del amor.

             El poeta dice que prefiere estar solo; a lo lejos se oyen las risas de los niños,
los gritos del espíritu, un maremágnum de voces, incluidas las voces de los muertos. Pero la soledad no está conforme,
se contradice, su reflejo ilumina la distancia y tiene tantos nombres como una estrella fugaz.



jueves, 11 de octubre de 2018

¡siga a ese coche!


Profundidad de campo, una vuelta a los orígenes de la catástrofe, la génesis del cataclismo; por ahí,
una vida resiste, se incomoda, se aburre de tanta respiración asistida, de tanto
cielo compungido, tantas ventanas regadas de azul.

Un taxista para en la Avenida y gesticula, su mano elige una dirección; la radio
domina el trayecto con su cháchara monumental, su música de andar de arriba abajo por la misma calle olvidada de siempre.
Existe el misterio de una noche, el alegre neón de las celebraciones, el púrpura fresco de la acera, la verdad
de aquel vaso volando por los aires, otros extraños pájaros, cierta solemnidad de la nostalgia, cierta clase de melancolía
derivada del fondo del espejo; hay un color de piel que se recuerda también como una aclaración a la belleza
sobreactuada en la inacción del Ángel.

             ¡Siga a ese coche! Y el coche no es el crucero de Big Bopper, ni el icono del KRIT (que son los únicos
remotamente organizados); podría ser el auto de los estudios de grabación, el autobús de Hollywood con su tronío
eléctrico y su anatomía maderable, podría encarnar el desplazamiento, la animación de las colinas, la mala entonación
de un bulevar cosido a la tormenta.

Jordan nunca ha visto a un policía (lo más cerca que ha estado de la ley fue cuando un ángel de la guarda la atosigó en la ciudad);
sin duda está fuera de la ley, es una mostwanted seleccionada por el enésimo placebo de los dioses,
formada en el callejón de las contrariedades, criada en el ensanche descampado y monótono, dentro del perímetro
superficial del Parque, donde las autoridades no saben qué hacer con su plúmbea autoridad.

Las chicas han violado varios códigos de vestimenta, han traspasado la frontera tenue de lo ilegal, pero no se rinden,
luchan por un futuro edificante, por una página sin humo; más al sur, el campo
recupera posiciones, amaga y crea una fisura, dibuja una falla tremenda a lo largo de la realidad,
coloniza el pensamiento general con un puñado de estudiantes de segundo de poesía puestos en fila a pensar
(los de tercero hacen prácticas de silencio).

El viento no deja vivir. Jordan escucha sus cedés clásicos de todos los tiempos mientras lee
sus clásicos de la literatura de todos los tiempos. Luego escribe en su diario una especie de recordatorio de sucesos:
un libro de familia basado en Spoon River, con prólogo tolstoiano. Pues su familia es un corro de vacío,
abejas y recados de aliento, el hipo en medio del bostezo ideal; su familia se sueña,
y cabe toda ella en una caja de pino.


martes, 9 de octubre de 2018

qué plan es la amargura


Sepultada o no, la Avenida serpentea y se bifurca, o no. Bajo el Parque (o no),
simultáneamente, una ciudad palpita ensimismada, se desarrolla, muere como todas las ciudades cada vez que un niño
cierra los ojos
y sueña. La ciudad con sus bibliotecas y su cielo azul ceniza, sus gomosos parques
infantiles, su cadavérica multicultural (su cara de cadáver culto y bicho raro).

             Cada vez que Jordan va a la biblioteca
encuentra a Destiny sentada en la escalinata del pórtico
(fumando lo que fumen los ángeles), y cada vez que entra en la biblioteca encuentra a Destiny leyendo
lo que sea que atesoren los ángeles (anteayer: ‘Amor, ira y locura’, Marie Vieux-Chauvet, un clásico del calvario).

La ciudad construye una férrea avenida (tiene un plan), pero la Avenida es más antigua que el espacio; recorre
viejos lodazales, antiguas tierras indias, páramos inútiles, desiertos con la cara
clavada de amarillo, secuelas de una inundación histórica. La pauta es la ruina del sentimiento, por ejemplo: ahora
se escucha la voz de un bohemio estilo arquitectónico, que recibe el nombre –sórdido– de Montell Jordan, al que las chicas
calificarían de sexy; es que los altavoces funcionan en consistente random nuclear
(aunque no pinchen nunca a Tote King).

La ciudad de los ángeles enarbola su bandera negra recién lavada, se entrega a la piratería del esfuerzo,
roba cientos de corazones por segundo, contiene una buena población de varios millones de seres capaces de destrozar
un poema cualquiera con la mano en la entrepierna, seguros de su himno y su tolerancia cero,
obreros de la religión y el asma; contiene millones de versos maliciosos como virus informáticos, copias
resistentes a la penicilina sintáctica, agentes maduros de la literatura paranoica que se mueve por los escaparates
como un feo ratón en una rueda hamsteriana.

             Jordan le ha preguntado a Destiny –por supuesto– que por dónde se va: es preciso
pulsar el criterio arribista de la burguesía, hay que tener amigos hasta en el paraíso. Los edificios dejan paso
a la inmunda extensión de césped violento, golfista, fofo y trasegado. Los árboles no tienen casitas en el árbol,
las mesas huyen del banquete converso, las cuevas se dejan ver la ropa puesta a secar, los niños perdidos.

De vuelta a la Avenida, se disfruta. De un milagro al día;
una cuerda de reclusos (descrita en la guía de supervivencia) tras un cadillac genuinamente americano. Amor, ira y… Señoras y señores,
con todos ustedes, ¡la forma de la nube! En la biblioteca hay un libro distinto para cada sangre,
una recomendación editorial de los servicios de salud pasada por el filtro del realismo estúpido (y sus necesidades),
pero Jordan rescata su propia cantinela: suena mucho mejor.



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