sábado, 31 de agosto de 2019

santamónica


Dicen que el río suena,
deja que se derrame. Que es profundo como un todo al rojo, que imagina
arboledas, síntomas de resfriado, fuentes tímidas de savia mineral. Que cree en el padre
y lo busca en la tierra.

Es un río en la patria fuera del Parque, un río en el mapa
de las lamentaciones, en el plano geométrico del pánico, la panamericana del terror. Y sus películas
X, su gore comercial, el tráfico de órganos, el horno a medio gas de la mítica industria. Oye, en Cielo Drive
entraron como bichos una noche de agosto.

En la cancha, una chica juega al fútbol, acaricia la bola con estilo,
es su cultura, una literatura del toque; sucede la fantasmagoría de las ilusiones y ella
reconoce su sombra entre otras que culminan la escalada. Sin el glauco frescor
de la orillas, los frescos materiales, el frío especular que adormece la luz; todo ocurre en el patio,
como en el patio del presidio, como a la hora del recreo, aquella escuela
deprimente toda pintada de sol.

Dicen que los ángeles se nos juegan las almas a los dados;
seres apócrifos, siniestros,
metafísicos. Que si son jugadores, soldados de fortuna. Sale Destiny® al campo:
ensaya una ruleta, hace un control de espuela con los ojos del público puestos ahí, en ese movimiento
positivo. Ahora hay un rectángulo de cielo por el que pasa el ojo de una aguja:
la noche canta el gol con apatía.

El río va salpicando gente corriente, gente apuesta
que va echándose a perder. Quizás pueda oírse cerca de algún lugar, cerca de la primera
base racional de la Avenida, al lado de otro lado,
y su caudal tal vez sea un remedo de la oscura paciencia del océano, una frecuencia
innecesaria del delirio, una ola más.

Dicen que el tiempo fluye, no es lo mismo; pues las cosas del mundo tienen
nombre: una estrella con nombre de rompiente, esa luz santamónica del cielo, las tardes imparables de domingo
y aquellos sábados sin nada que romper.



Mallory

miércoles, 28 de agosto de 2019

nada personal


Busca la intimidad de la tierra,
una sepultura, desde el primer momento, desde el primer mordisco.
La sangre se santigua con las manos del aire, crea su arte infravalorado, se desmitifica
en un espectáculo irreparable.

La fiesta de cumpleaños, sin tarta, no es lo mismo, aunque Carver,
aunque llueva y la tarta se cale y sepa a cartón, aunque las velas rastreen un secreto tras otro
para decepcionar.

Si se recita un poema, es un poema falso, se recita en falso. También se puede
sangrar en una fiesta de cumpleaños, es obstinado pero estimulante; sin música, mejor,
sin interrupciones ni fiascos comerciales, sin protección. La luz inquieta
a la sangre, su rojo enrojece, su carmín florece en qué labios de oro, ¿qué pretende!

Vida. La vida ha muerto. La gente habla, se rasguña y hace sus comentarios
al margen. El poema se difunde, la tarta
gotea indiferencia: se trata de un repartidor universal.

Cuando te mueres, la gente sigue a lo suyo, a lo tuyo también. Las palabras se mofan con su retintín,
su melodía aparatosa; ah, y los familiares, tan familiares y disciplinados,
tan devotos del postre artesanal. Las palabras verifican la situación, dan fe,
giran un telegrama que se escurre por el cielo y llega a la puerta del cementerio,
la juerga del cementerio.

Ángeles que sangren: se busca (en la intimidad). El ángel nuestro de cada
día ha sangrado con violencia, de su huella se ha calcado
el vacío, se ha deducido un epitafio invulnerable. Estaba escrito en la arena del desierto,
en la pila del fregadero, en cada peldaño hasta el quinto piso sin ascensor.

La sangre es una acuarela suspendida en el mármol,
dulce como la comunión, como un beso a deber o una mentira en los ojos de alguien.




lunes, 26 de agosto de 2019

sangre en los zapatos


Cuando la noche se pega en los zapatos
y cruje la mirada como un arma blanca, y los extraños buscan una moneda
en tus bolsillos, siempre hay un puente que cruzar a toda prisa, un árbol que escalar con las rodillas
sangrando, las uñas negras de haber estado en ascuas, los tímpanos
luciendo cicactriz.

Hay una ciudad para cada instante, cada instrumento, cada
luna. La luz se rumorea entre dos filas de vehículos, alza una mano ensimismada
y se dispone a hablar. Cuando habla, la luz se te pega en los zapatos,
no se quita, es como un chicle embarazoso.

Ahora, el bar abierto, la cantidad de neón,
su aburrimiento incombustible; ahora, la barra que se tuerce y se desquicia,
gana segundos en su movimiento hacia la soledad. La angustia se perfila como un burrito
rancio y sin estilo, como una música de corte
estático, veinte gramos cortados por lo sano.

Noche, no hay. El sol, caleidoscópico y todo, palidece porque está hambriento, subyace a las apariciones;
una muchacha transparente que mira con un solo ojo ciclópeo en mitad de la frente, que es como un pecado
de visión; su vista sanadora,
innumerable, capaz de distinguir hasta la escena de Broadway, ese cuerpo
cinematográfico.

Fuera de foco los milagros se disocian, pero resplandecen. Verdaderos
psicópatas disfrutan de una función reparadora, vuelven a la vida, se sumergen
en el plácido bullicio de la alteridad.

Donde una flor no cueste nada, un peluche pueda ser
atropellado, debajo del puente, en una tienda de campaña al abrigo de las contradicciones;
ah, el futuro es un arte –cosmético al fin y al cabo. La palabra
busca el eco ritual de la miseria, sale a todo tren de la miseria, rompe
amarras con el tiempo y la distancia. Vale luz.



sábado, 24 de agosto de 2019

juan ramón en la gasolinera


La poesía es un plan arruinado a conciencia,
el puto grano en la nariz (gajes del oficio).
La poesía es un gen recesivo, el plano del cofre del tesoro,
es el mapa turístico de un cuarto menguante;
¿acaso no ruge por boca de profetas?, por boca de profetas profiere blasfemias y restos de sabiduría,
miente sobre el amor con su boca gigante.

Pero el poeta se pone serio (porque le van con el cuento).
Bah!, si aquí le tiran piedras, las chicas
se ríen, y está bien. Aquí concurren condiciones adversas para el amor, no se dan las condiciones, hace
mal tiempo para el amor, por eso existen
ángeles de sobra, por eso todo-el-mundo-anda-enamorado.

El amor se desluce en el encuadre, baja de la montaña
lleno de barro, las botas sucias, los ojos negros de tanta media luz. Y el poeta
redondea las cifras del amor con números reales,
acuña el área del círculo máximo de sus aduladores, quema sus raíces.

El poema ha nacido con una malformación,
no rima con la rima ni la glosa, se reinterpreta, ronda la soledad prosaica del testigo, su fundamento
legal, forma remolinos de angustia, se pega con Juan Ramón Jiménez
si hace falta.

Sensacional, ha ocurrido el milagro, la transgresión ha arrojado
sus frutos: la amargura correspondiente, la sangre que resbala por la barbilla,
mancha las manos e impregna el aire de pálida sustancia.

Bajo ciertas estrellas el amor se pone interesante, dicta tres o cuatro buenos versos,
graba una cinta de grandes éxitos para la gasolinera
abandonada, es tan embarazoso como un poema, tan pulcro
como una rosa en la baranda.



miércoles, 21 de agosto de 2019

rombos y diamantes


Gente que saca a pasear su sombra como si fuera el perro; el sol aprieta, devorador,
paso a paso, la gente se desvanece. En la ciudad, la madera
se resguarda, la hierba siempre está acatarrada. Demasiado
humo, demasiadas almas, demasiada tierra bajo el asfalto, un ejército de camaleones, una turbiedad
en los negocios. Los rayos solares acumulan un retraso
despiadado, este país hecho a los incendios y los huracanes.

El Parque aparece a la vuelta de la esquina, es gigantesco como el Vorrh, también
electrificado y sometido al imperio ferroviario en sus estribaciones. Donde haya una extensión
meditativa, tiempo para el soliloquio y la bifurcación,
constancia para acercarse a la mente de los animales, donde haya conciencia.

Dicen que en bosque hay ángeles, son surfistas de la negación,
funambulistas del medio; su equilibrio es necesario para la obra. Y la obra es un camino
hacia el corazón sin techo del esclavo, un extracto de pobreza,
la obra no se ducha desde hace una semana, no come caliente desde hace tres días, no sabe lo que es
dormir de un tirón.

El poeta se ha tomado la medicina con agua de la fuente, espera a que el primer
balcón quede libre para encaramarse y observar. Su contemplación
es revolucionaria, su fama se proyecta en una nube de retrovisores.

Ah, Destiny® ¡claro que existe!, desnivelada pero entera, hermosa
como un barullo a la puerta del comedor social, desterrada del cónclave. Ella pone un plato en las manos
del hambre, silba una melodía de mil años, edifica un pensamiento
para recreo de la fauna, finge ignorar a las flores.

En el cine del horizonte echan un infinito The End (sesión continua).
El Parque ha engullido los últimos barrios románticos, se ha colado en el ser de la materia y estalla,
crea un nuevo universo a cada latido de sus ojos abiertos. Y los ángeles nacen
como en un nido de ángeles y se burlan del cielo que divide la noche
en rombos y diamantes.


sábado, 17 de agosto de 2019

una compilación de oscuras intenciones


Alma es (tener un alma): una compilación de oscuras intenciones, ser de luz
(en su mera función corporativa). En la memoria, el relato feliz de un anhelo incesante, todo
a lo que se aspira, lo que no se verbaliza ni se entiende, lo que viene de fuera y parece que sangra,
duele en lo más hondo del espacio.

Sentirse vacío, preso de una extraña fe, coordinarse ante el redondo
estilo de las nubes; hay meteoros que escriben sus renglones derechos como velas,
son criminales sin rango, justicieros de pega. Vienen de fuera como una inspiración
desentrenada, como el fracaso.

Bosque: un alma yace
tranquila entre los árboles; la madera produce un movimiento literario y constante, y el prado se repuebla,
se perfuman los sotos, el claro círculo del aquelarre. Es pronto para que llueva, el agua
encauza su prerrogativa, la rogativa del sol, ondula
las zarzas y sueña con una extraordinaria motivación para dejarse caer.

La ciudad ha pernoctado bajo un paisaje aterrador,
cercano, pero reo de otro idioma, otra religión. Los edificios gatean, las calles
gratifican aunque no conduzcan sino a otra noche de autos. Quizás un parque entre los rascacielos,
una avenida en ciernes, un grupo de chicas
vestidas de martes por la tarde. El río, que todo lo-ve, donde los enamorados
arrancan margaritas y se atan cintas en el pelo, donde el arco iris desafía el monótono
piar de los nidos hambrientos y el rocío dispersa su nombre impronunciable.

Andas por ahí y el arte surge como si estuviera escrito, como si anduviera
escrito por las paredes del cielo enladrillado. ¡Ah, qué espectacular el paso del tiempo!, la ceremonia
del acontecer, un espectáculo en sí mismo, pletórico de ratos sofocantes, zonas muertas,
instantes hermanados en un vano fulgor.

Corazón –de tan fiero: bello como el silencio de las casas bajas, aproximadamente
de ese considerable tamaño metafórico; gira al pie del abismo,
desemboca en un tipo de entraña irreductible, el dulce seno de la querida familia
y el parloteo esquizo del amor que regresa.



miércoles, 14 de agosto de 2019

la locura y el método


Llegaba por el aire como una música enorme;
dividido en el tiempo, cada segundo conservaba su arañazo, una mancha de luz. Oh, sus manos
avanzaban paralelas al mundo, sus pies
eran un salto, la danza secreta del estruendo metropolitano. Autos en formación,
farolas esbeltas como árboles frutales, escaparates
tensos en sus lunas crecientes.

El sonido romántico de la victoria, el verso
suelto, el eco emocionante de unos pasos ligeros, acompasados,
y el cielo cuesta arriba y el suelo en tanta cumbre, monte de pastos y venados, caracoles y espuma.
La felicidad no era eso, era el instante previo al espejismo,
justo antes de la felicidad, el momento risueño de las lágrimas
fáciles, la arena disgregada al húmedo contacto de aquella sangre transparente.

Llovía sin criterio y sin que hiciera falta, la gente era un extraño decorado,
un foulard gigante que llevaba puesto la ciudad. Y la ciudad era el arte, domesticado y todo, un poco
holgado para el baile, una instalación rentable, inestable, el vídeo de sí misma en construcción
permanente, un andamio tras otro en sucesión agónica, puro movimiento
de cámara temblorosa. Algo entre la locura y el método.

Cuántos ojos atisbaron, divisaron el enjambre de colores y vida, el vivo
atuendo de la magia. En cuántas habitaciones se habló de la conciencia y el deseo, en cuántas
se detuvo la tentativa del sueño, se conspiró contra la noche perfecta.

Llegaba el frío por el aire, por el arte se arrimaba a los cuerpos
desnudos y avisados. Dunas de amor distante, exagerado amor, largo como una nube, más ancho
que el latido de Harlem, como un corazón de azúcar, algodón y carmín. Así chapoteaba el hielo
por el camino hondo hacia la poesía, y las manos se hacían preguntas
y los labios eran un solo destino, el fracaso de una civilización, un solo abismo frente al rumor que precede al golpe
seco de la naturaleza y rompe el silencio avaro de la humanidad.



Ruud Van Empel, "Analogy #1" (2016)

lunes, 12 de agosto de 2019

la pena de soñar


La pena de muerte es la moral de la clase dominante. Por suerte, la ley de Bugliosi
no está escrita en el Parque.
La poesía dicta su ley, que es una amalgama de predicados
unidos por su peso muerto, su ética moribunda, es una tira de periódico, un folletín a lo bestia, un salvoconducto
que ni Dostoievski ni el hombre de la barba y su ego invisible. Oh, dicen que ha muerto
Toni Morrison, la noticia ha llegado por correo certificado, un certificado de defunción. Toni ha dejado
otro estilo de vida americano, un respeto.

Quiere decirse que el Parque no es ajeno, no responde pero sí pregunta, sí aprende,
posee información, hay pasquines por las calles, del balcón de J. cuelga una pancarta. Ahora
el Amor ha pedido la pena capital y el juez Older
está de acuerdo (siempre hay un juez dispuesto a apostar al número trece). Hay que ver
la pena que da el Amor.

La poesía debe trazar sus propias coordenadas
morales, su propia filosofía de las emociones distinta de los códigos. Ah, sus jueces son
ángeles reales que moran en la historia, de ella surgen como héroes, heroínas
apostadas en la cumbre de la fantasía, seres de un solo corazón,
y una sola virtud arrolladora.

El Parque ha dictado sentencia, Jesucristo era un vagabundo, un saco de huesos
cosido a puñaladas, incendiado su rostro en la pira del sol. Destiny® va educándose, formándose
una opinión, ya sabe por dónde queda Beale St. y qué fue de Sandra Bland (su nombre es el primero de la lista,
pero la lista ya es interminable).

Así se hizo la revolución (Robert Glasper
puso el blues). El poema se alzó sobre las ruinas del último ejercicio contable, ¡qué aplicación presupuestaria!
Destiny®, aplicada alumna, moderna colegiala, invitada de honor a ordalías y autos de fe.
Ni una gota de sangre fue derramada. Un sumario de versos recogió todos los casos
posibles, un jurado de rocas y briznas de hierba deliberó durante una eternidad: su voz
unánime, antológica, resuena todavía por toda la bóveda del arte.



viernes, 9 de agosto de 2019

lo contrario del infinito es un poema sin fin


Es un ángel surgido de la nada, ni se tiene en pie,
aletea rabioso. Su ámbito objetual comprende una histórica multitud de inflexiones verbales:
escafandras, queroseno, mitocondrias, son posibilidades, gente también, ángeles también
de hermoso rostro, automóviles con doble personalidad
(doble motor).

Lo prioritario: desvelar un secreto fundamental,
organizar la mascarada de las letras, frecuentar los antros musicales y transigir con sus filias y sus ondas,
ver más allá de las palabras. Un campo es necesario, el campo
artístico donde las cosas obren, las princesas mascullen, los ogros se desmientan,
duerman las mariposas.

Cuando el mundo atraviesa el lugar
prohibido se produce una colisión, un siniestro. Es como un choque de galaxias
hermanas, que no causa problemas, no saca chispas de la chistera del tiempo.
Hace tiempo que el arte ha determinado su consciencia, su verso es claro como un rayo de luz,
atruena y se desviste como una macedonia de datos confidenciales,
es un mercado del arte, ¡el arte es el mercado del arte!, sus genuflexiones
y su encanto ensimismado, ¡qué minucia!

Oh, ¿y qué hace un verso sin ángel? (quién). Alguien
ha perdonado un verso sin ángel, sin entrañas, su corazoncito estudia para arquitecto de piraguas, cruza
la Avenida por el paso de cebra,
pero ya no hay cebras en la naturaleza, se las ha comido el esfuerzo del genio –tan monumental–, el desarrollo
cultural de la materia, su intelecto canino.

El poema agoniza, lo acaba de pillar el tren; es agosto y los trenes afloran
víctimas del hierro y su carnaza humeante. La víspera del día de difuntos es todos los días
en esta rosaleda, este monotema del vacío.

Qué ángel ha peinado su progreso litúrgico, la buena literatura
aromática y sutil, el medio descalabro de la suerte; Destiny® aparece en una viñeta,
rubia como un reguero de imágenes fugaces, alta como el infinito y su contrario,
bella como el milagro de la última noche.



martes, 6 de agosto de 2019

todos los demás


Dos escenarios (prácticamente):

             La Avenida
                          El Parque
             El Parque
                           La Avenida

La Avenida y su fenomenología, su cuestionario paranormal y sus afinidades,
polvo y más hierro (los ángeles no sudan), milagros
de andar por casa ajena, curaciones oníricas, vibrantes como una línea de bajo,
miradas que pueden resucitar a un gorrión electrocutado. En la Avenida se da cita la ciudad
completa, el mundo se cuece en ese cuadro
asfixiante, el calor toma cuerpo y trocea las curvas,
retrocede ante la forma que pretende encapsularlo en una aclaración.

El Parque comprende un espacio corrosivo,
campo y también ciudad. La ciudad se superpone, balancea su esqueleto
amorfo, su nube y su estruendo, cruza la Avenida
por el paso de peatones de Abbey Road. Oh, es un campo con sus ferrocarriles y sus aeronaves,
pero está lejos del mar. En el Parque hay tanta
vida que bulle y se relaciona como un pequeño universo ajeno al mundo (lo que parece imposible);
los ángeles sobrevuelan el Parque como la sombra de una cometa, a veces descienden y salen por el espejo
de un bar destartalado.

Jordan se manifiesta en todo su candor
supraesencial, lleva un cuchillo Buck a la cintura, no necesita más. Sin maquillaje
ni nada que quiebre su negra cabellera, sin rimas falsas en el micro; ah, lo suyo es entrar y salir,
monopolizarse, insertar un instante de vida en la monotonía de las almas,
dominarse entre dioses de cartón piedra: creer.

El poema es. Resulta de una fusión económica, una constitución sin aprobar,
resulta un pastiche irreemplazable, farda de espectro luminoso, capta fondos públicos, alardea
de flow y electrocardiograma, ejemplares
análisis de sangre; su sangre es un flujo de monarcas, predio de profetas. La sangre del poema
arde y luego quema, compra parcelas de cielo con su estudio incorporado, es un ático en la calle 21 con la 6ª,
un in corpore sano, una recreación del punto cero. No hace falta
tanto, el Parque, la Avenida, el traqueteo de un salón convencional con su mesita, su televisor
y sus noticias a las tres. La voz estrangulada de un actor de comedia,
el arte básico de los especialistas y el silencio de todos los demás.



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