lunes, 2 de mayo de 2016

operación paraíso


Esto parece un desierto. La policía se rodea a sí misma, se encadena y se esposa,
esposada a sus placas relucientes. Relojes sin mecanismo que valga,
una zona encharcada, lóbrega y sin arco iris, nada que recuerde la palidez de Walden, ni siquiera al lago White;

desparecidos en masa,
hasta la madre que golpea a su hijo pequeño por costumbre, su brazo se detiene
en el aire, dimite de esa forma soez de complacencia (aunque no se arrepienta); perros tras un rastro de humo
general. La turbiedad del ambiente genera entusiasmo, un prurito en la ley,
que despliega su limbo de ambigüedad perfecta.

Los chicos contra la pared. La policía fantasma es el nuevo orden mental, de incógnito, agentes de paisano que visten
mal y llevan los cordones desatados. Es el parque en estado de extinción, expandiéndose como un universo
paralelo donde acabara la historia. Enlatados los pájaros en un crujido,
la simetría del agua rota en espejos decimales, el ojo del lago cerrándose para no ver a dios
besando el fuego.

Alcohol en balsas del tamaño correcto; filas de creyentes arrodillados. Arpías que bajan por el hueco de la chimenea
como en una redención estándar. El arpa es. Suena rastafari en el fondo,
demasiado completa, más que una banda, más que una mesa de mezclas abarrotada al efecto, base y colorido.

Sirenas y gente que rebusca en su dolor. Pasaportes para una vida plena en otra sección del paraíso.
Hay un big-bang a la vuelta de la esquina, nadie lo tiene en mente; Akua Naru se filtra por un sexto piso
de la realidad, no existe en realidad. Los chavales se dan un garbeo y aprenden,
le echan un vistazo a su futuro y les entran ganas de fumar.

Privilegios fuera, y la sangre azul se mezcla con la negra. La frecuencia del tiroteo se incrementa a lo lejos
y las balas pasan silbando una balada eterna; si al fin se ha de morir, como Sandra
en la cárcel del condado, en la calle también. El agua puede con el hambre, pero no con la sed. Está escrito en el libro
de la naturaleza que la vida continúa gracias a la inercia del pecado.
Ahora, el procedimiento termina: miles de luciérnagas desafían la oscuridad de las conciencias.




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