martes, 10 de enero de 2017

escribir un poema

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El parque entra en acción, la luz fracasa,
la noche abre los ojos y se estira
(y con ella el espacio). Nadie mira
cuando las sombras salen de su casa.
Tiempo para olvidar que el tiempo pasa
sin pararse a pensar si el mundo gira
al ritmo del reloj, si la mentira
es solo una verdad que se retrasa.
El sueño de la luz busca su espejo
antes de que el pasado se haga viejo
y sea desterrado a la palabra.
Queda un soplo de vida detenido
en el espacio en blanco del olvido,
ese campo ideal que el tiempo labra.


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Ir a tomar algo como parte del drama. El Sol gira enloquecido alrededor del centro de la galaxia,
a mareante velocidad; sin embargo, antes de que el Hecho –cierta condición inicial– Cierto inaugurase esta época
revolucionaria: ese deseo de celeridad, la inmediatez del movimiento, los viajes, la prisa. Vamos a tomar
algo –se decía– y las piernas respondían, el cuerpo se ponía en marcha,
la mente reconocía el estímulo (verbal).

Antes se decía: voy a escribir un poema, y el verbo entraba
en situación. Ahora, en el árbol, las cosas se precipitan (es la gravedad). No se llegó a la gran unificación (¡qué fallo!).
Poesía es magma, manifiesta un trémulo inconfeso, la satisfacción de verse recompensado
y viceversa. Aquello de pasar a la Historia por la puerta
florida, gloriosa, a la historia floriosa de la literatura escoltado por Henry James.
Qué menos que un poeta en sus cabales, dedicado a la muerte a tiempo completo, 24 horas al día
muriendo sin fisuras, sin descanso: esquivando la prohibición.

Gris ha encontrado alguien a quien ladrar, sin ánimo injurioso, por dios. Las chicas que yacían
o simplemente estaban sentadas en la hierba
seca, fumaban y escuchaban la música del tiempo, ligaban un cielo estremecido. En verdad, buscaban alimento
y no se sentaban (nunca, 24 horas en pie). Así que un ladrido era una invitación a la vida.

Ni se vendían drogas ni se negociaba el aire por un rato de amor. Furia y racionamiento,
razonamiento y distensión. Carter & Lovecraft en su aventura final, tan enamorados. Dicen que Jordan ha encontrado
una novela y se lo pasa bien. Que no contiene versos ni dice mentiras a la cara.

En el altavoz modular REVERIE domina los contrarios, tan cualificada. Cuadruplica las escuchas, se cuadra
–figuradamente– como un gastador; aterriza en las conciencias de la clase media con un espectáculo
masivo. Qué dulce su recuerdo desmonta los ladrillos de la realidad, finge un redondeo
que es Real. Porque su poema ha recorrido una eternidad
entre alfileres, un falso segundo en la cuenta atrás del universo.

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