sábado, 17 de abril de 2021

como la noche

 

El cielo y las estrellas, un poste de telégrafos, Kareem Abdul-Jabbar.
Una montaña y un segundo piso, un jilguero en su rama, la lluvia en general. Ejemplos de grandeza,
territorios pelados, ariscos campos de batalla de la geografía. Decir que ella es geográfica
porque no sale del trabajo a las ocho de la tarde. Que es
geométrica porque multiplicar su base por su altura produce un resultado
comercial.
 
Empieza por el pelo animado y visible, observable como una Región O,
un pelo vestido de domingo, bien peinado, mecánico pero sangrante (la sangre no tiene que verse, no es necesario).
Digamos que escucha a Lucky Daye (todo el mundo quiere cantar con él). Que siempre
tira para abajo, mira para abajo, anda cuesta abajo desde la tundra y las prosaicas rocas
groenlandesas.
 
El cielo de mañana por la tarde, la Luna en su apogeo
literario, la morbosidad de los planetas; cualquier tipo de vida
extraterrestre, cualquier noción de la aeronáutica o el alpinismo. El premio de la montaña del Tour de Francia.
Sus labios pertenecen a una aguerrida
materia histórica, son conquistadores por conciencia, su ruptura
funde la topografía del aire; cárcel de su lengua madre, hogar de la inquietud.
 
Digamos que escucha a Luz (Luz Corrigan): todo el mundo querrá
cantar con ella algún día –también Lucky Daye. Sus manos flexibles, sus piernas,
extremidades tan extremas como la propia luz del Sol, tan de extrema gravedad, exuberantes,
dobles como vuelan las hojas de los árboles, como retoñan flores en el campo.
 
El cielo y las estrellas, los Ángeles y el verbo. Algunas maravillas;
desde todos los ángulos fractales, desde cualquier melancolía. Vista por la ciudad
de las ciudades, Gotham incalculable, calcinando el asfalto con el bote suave de sus pies de aguja,
alta como el espacio que retiene la noche en el vacío,
como el silencio que atruena por todo el universo.


Christopher Buck, 'Golden House Nocturne'

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