lunes, 10 de febrero de 2020

para siempre




Nuestras flores son tuyas, son propiedad del mundo
que a ti te pertenece, que se muere por verte:
tú, descrita en las nubes como un tallo profundo,
viva en la tierra roja de la muerte.

Nuestras flores que arraigan en los falsos tejados,
decapitan el aire, rosas de amargo filo,
y se mueren por verte, te ven por todos lados
y entre todas las sombras que las tienen en vilo.

Tuyas como palabras tuyas, como el deseo,
como el primer anhelo de la noche afanosa,
el primer beso tuyo, el primer escarceo
entre una rosa pálida y tu rosa.

Nuestras flores del alma; nuestras almas son flores
arrancadas del cielo por un dios que no existe,
dibujada en el agua, tú de muchos colores,
más azul que la luz, y menos triste.

Nuestras flores del alma se nos mueren de pena,
se nos vienen muriendo una por una, todas,
que nos viene de lejos esta muerte en cadena,
esta noche del alma, esta noche de bodas.

La Primavera sabe lo que le pertenece,
no deja que la agrandes ni que la disminuyas
y, aunque Naturaleza la obedece,
sabe que nuestras flores no son suyas.

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