sábado, 12 de septiembre de 2015

el último blues de la nación


Ella contra el sistema, sus manos delicadas, su rostro,
su piel antisistema en el mejor fotograma de la historia. Sus labios han pintado un retrato en el libro blanco
del realismo socialista. El trabajo permanente no da tregua, luego hay más que hacer,
hay un campo de amapolas o fresas que se ha de cultivar. Cultivarse es leer
después de la jornada mientras el humo asciende en caracolillos tímidos al techo de la habitación
y la hierba se mece ya en el recuerdo de la noche. La cultura es esto, llegar y sentarse
allí donde nadie se había sentado antes, caminar por un cauce peligroso,
cruzarse con el diablo en cada movimiento.

Su voz no era bastante (aun espaciosa y de estatura clara),
era el reflejo mínimo de su espíritu joven. La guitarra salía de su corazón con un quejido gráfico. Nadie en la puerta
de casa, ni sillas ni conversación. Solo el orden de la avenidas, con sus números de serie
y su tamaño. El ruido no era voz, no era canto, sonaba rojo
como una prospección, rojo de tanto latido. Estaban las prostitutas hablando a la ligera con la gente,
hablando por los codos con las sombras, y los coches
paseaban su artrosis, escupían veneno a las timbas desiertas.

Doble o nada. Bueno es saber morir. Las chicas sabían, como sus padres.
El hermano de aquella murió por la mañana, silbó su último blues; venía de un rodaje e hizo un aspaviento:
hubo que matarlo. Dejaron las niñas de saltar a la comba por un rato
-apenas una brizna de su infancia-
y mamá hizo una tarta porque sí. El tintineo de los vasos y más tarde un remanso de paz;
el largometraje que transcurre a su ritmo, crece igual que un rascacielos aupado por la tribu,
describe la sensación intermitente, la fracción de entusiasmo que embarga
a las familias antes de la adversidad, su poema natal envuelto en la risa turbia del domingo.

La guerra es el objeto de la paz. Soldados todos extranjeros, todos muertos por ahora. Signos
y algo de amor caliente puesto sobre la mesa del refugio como un jarrón barato, tendido en medio de la calle
al sol más crudo del invierno; este es el punto desde donde la vida toma sus mejores instantáneas,
trazos que abundan en la realidad e incumplen su designio. Frases para ella,
que aprendió a leer su nombre al melodioso tacto de las nubes. 





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