sábado, 26 de septiembre de 2015

notas sobre el procedimiento


Hay un término para designar algo que ocurre. No es exacto.
La crítica lo critica, no describe. Digamos un azul como en un cuadro de
Matisse, con sus matices. Se deben ocultar todos los procedimientos, la génesis del arte
es una conmoción, cosas de débiles, cosas débiles
que no rompen contra la realidad, no acaban de romperse como un pobre corazón, no se laminan
ni se lamen las heridas. La broma es obra
de un comediante suelto, sin raíces. La risa es obra de una diosa diletante, portátil o iconoclasta.

Vayamos con el plagio. El plagio siempre dice la verdad, regla primera. Las chicas del poema siempre están en otra parte,
adulándose entre sí, caramelizándose; una de ellas lleva una falda pre-cio-sa,
silabean y paladean al unísono. Saben poner las comas en su sitio, no como un poeta de saldo.

El precio de una obra de arte es impresionante, causa estupor su dilatado número de ceros,
vale tanto que aterra; la crítica ha tasado su valor intrínseco a través de miles de líneas, palabras cortas, sordas,
palabras largas de más de cuatro sílabas, como aporístico, que encarna la máxima dificultad,
el súmmum de las alucinaciones semánticas, la semiótica aguda, esa enfermedad rara.

Hace un corral de invierno y los poetas se arremolinan (por decir algo), se arrean, eso sí,
con fatal dedicación, robustos como suelen, pegan al de las gafas -¡cuatro-ojos!- y siempre alguna artista
sale en defensa de la competencia literaria y se comporta
entonces con gran autoridad. El cielo resulta que se lo ha hecho encima, literalmente, se ha llovido de cuajo esta mañana
sin pararse a pensar en los metros cuadrados -y tan poco sutiles- anegados de espanto.

¡Ah, pero si inspira! Es una inspiración el agua fuerte que gotea y perfora manchando
el mar azul de otro azorado y casi verde, por si las musas. La realidad no es exacta, depende. El forajido Watson
fue acribillado en varias posiciones, de varias formas, por diferentes verdugos. La guerra la inició un pobre diablo
condecorado hasta el techo. La revolución fue idea de un don nadie, realmente.

Todos prueban el drama, que es democrático.
Quieren probar las soluciones fáciles, la sencillez y ecuanimidad de la gente de la comarca, su juicio profundo y cómico,
su autenticidad contrastada. El nacionalista debe dejar de amar a su novia
extranjera, que le gusta, pero no le conviene.

¡Quién puede afirmar nada? Las chicas extraterrestres fuman planetas, se drogan como aquí,
a pesar de su inteligencia artificial. Buscan matar el tiempo igual que los amigos que quedan a las cuatro de la tarde
y empiezan a comprender el carácter secreto de la ausencia. Así se hacen los poetas, a fuerza de poemas sin estilo,
gafas rotas y sangre en los portales.




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