miércoles, 2 de marzo de 2016

originales mil estrellas apagadas


Plausible. Alijar el otoño en espera de un verso
que dé nombre al destino. Huir en la estela de una nueva base
ya fosilizada, un muro de silencio golpeado por la armónica de la musa de Chelsea. Los olivos que estuvieron ahí,
viejos troncos encadenados al ceño del paisaje. Hubo un tiempo en que la tierra ardía sobre los cadáveres,
y había agua corriente, ríos libres que fluían como héroes
de una nación enferma. Trigo y pan. Y había una palabra para cada presencia, un espacio en blanco para cada matiz.

Los acontecimiento se sitúan por encima de la idea, son tan frustrantes como hélices
en el jardín, barro en las alfombras, una espinilla en la nariz del baile. Jordan sabe lo que es hacer un plan
secreto inolvidable y olvidarse de él a fuerza de nostalgia,
serios inconvenientes; es la enemistad de lo real
que amenaza y rubrica sus desplantes, asume un fin de siglo por segundo, la desilusión instantánea del ayer.

Hay un futuro neutro que no significa nada para ella, en el que apenas arrebata
corazones, que apenas linda con el destierro. Entonces los frutos maduran en sus ramas al invariable ritmo
de la luz y los pájaros asimilan la potencia de la noche y trinan
confiados. Bajo ese encantamiento, los sucesos ocurren en su orden físico,
el inocente rango de las cosas nuestras, la velocidad sedienta de los imponentes coches fúnebres, la paz del arpa
que seduce y remite a tanta altura como le es posible.
A tal distancia, los besos imponen su fonética y Jordan finge una corrección de estilo,
demasiado pendiente de su arco, su gravedad entre las almas.

Suenan el arpa, el metal; la chica india muestra sus ojos dobles, sus brazos incansables, su boca
muerta para el arte de tanto amenizar la primavera, de tanto concebir amaneceres presos en su propia sombra,
originales mil estrellas apagadas. El invierno se adorna con el marfil esparcido por el campo de batalla,
parece un ejército de hierba, un batallón de espuma,
pero es aire y se concentra en una esquirla de felicidad. Pero es luz y se esconde
en la raíz de un verso tozudamente pobre y casi humano.




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