viernes, 25 de marzo de 2016

materiales para obrar un sueño:


desesperado intento
bisutería
mini-arpa (cítara no tan gloriosa)
podadora?

Se acabó la noche
ahora hay una luz potente, una luz que no se rinde. Luz para leer las instrucciones. El alma
es un poema que termina mal, en una marejada; esgrime su metáfora
cuando ya es tarde y las palabras han abdicado
de su signo torrencial.

Una niña se acerca, lleva el crepúsculo de la mano,
se parece a la que espiaba a los enamorados tumbada sobre la hierba en el jardín de Irene.

Jordan está fumándose el último joint, la crepitación y el recorrido de los ojos;
ve venir un estudio universal casi como el arco iris
denunciado por tres madres coraje; los perros permanecen lejos, sueltos como en Bucarest, forman un grupo enconado
con el que no es posible soñar. Todavía, sin embargo, el centro comercial mantiene su estructura
doméstica y de vacaciones. Todos los días son domingo por la mañana.

cierto: se precisa una mañana azul (qué olvido imperdonable)

Por eso llevo la mochila –dice Rose– las maletas pesan demasiado. En la mochila solo cabe
su libro para colorear. Pero Jordan conserva un ejemplar de Pushkin que nadie puede leer sino ella y que empieza así:
“En una aldea del Cáucaso…”, como si fuera sencillo, como si fuera Cervantes en su puesto,
devanándose los sesos con furtiva elegancia después de comer.

Las píldoras han perfeccionado sus prestaciones.
Hombres con la cabeza rapada circulan en un auto desvencijado pero listo para el combate del siglo.
Gris se relame a sangre y fuego. En la gran pesadilla
Azealia no es princesa, está detenida como Sandra Bland y su destino
permanece a la escucha, interrogándose, desafiando a la autoridad sin ninguna expectativa.

Triste oficio de jardinero en estos tiempos de furia; podadora en ristre, los empleados municipales
cumplen con su tarea poética con dulce fatalismo o de cualquier otro modo,
a su ritmo. El sueño codifica tanta información que produce el vómito
radial o rayo verde. Es un hecho. Menos mal que está Rose para no hablar de amor
y los vándalos aún respetan esa franca mejoría.




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