jueves, 13 de abril de 2017

funeral sin tierra


Más tarde, hubo un funeral;
no como el de Marieta (no hubo tantas flores). Pero se paralizaron los ganchos, las fosas dejaron de cavarse,
nadie profundizaba en los razonamientos,
los magos dejaron de saltar en busca del séptimo cielo.

Recorría los senderos un aire beatífico-incensario, una procesión carmelitana
de sombras en relieve, vehículos subterráneos con la piel cubierta de llagas metálicas y canciones especiales.

Una manifestación nacionalista de duras trabajadoras infatigables,
gente que llevaba su dinero en cajas de cartón. No. En su lugar, el desfile fue rápido, sistemático,
indiscreto pero silente, apenas los jilgueros acompañaban el repicar de los lirios (always putrefactos). Geranios: No.
Plantas carnívoras o humildes plantas de flores insidiosas, perennes pero a punto de deshilacharse
en hebras de color café, litros de leche materna.

Dioses que partían crismas con arrojo, impartían su doctrina del milagro en recesión.
Cuántos acariciaron la miasma misma del misticismo, su estancamiento escolástico,
tal dialéctica parda de maravillosas aflicciones,
escenas correosas de semana santa y calor.

El milagro primero tenía que producirse en el interior de una joven como J.
Más tarde, hubo un funeral y los muchachos pasearon la imagen de una prostituta, de nombre Sofía, con un simple pañuelo
anudado al cuello. Sin banda de jazz ni coro miserable, ni coro compacto de voces
blancas, célebres voces de cantantes de góspel y cantantes de jazz como Anita Baker, sin ir más lejos.

Yo también hago milagros, dijo el mago horas antes de morir. He ahí el milagro de la muerte
sin resurrección, sin correcciones, dijérase. Dios instigó
a un ángel entonces, se lo enviscó a las multitudes como si de un perro rabioso se tratara, mas no tuvo en cuenta
(vago por más que omnisciente) la idiosincrasia de semejante caso aparte,
dicho ser casi divino llamado Angel Haze.

Así se rompe la insistencia regular de la respiración, por poner un ejemplo, se traba la secuencia
principal y hasta el sol reinicia su modus operandi, se reordena y gesticula
mucho a una altura desinhibida y cruel (a su manera cruel).

Jordan se reía (ja-ja) porque el acto mirífico había fallado como una escopeta de feria
o no había dios. Lo que sí apareció fue la humareda consiguiente y no el incendio, la deforestación artesanal, el verso
escrito en un papel de fumar smoking-rojo. Porque el poema seguía en modo
funerario y grotesco, y las muchachas no bailaban aún a pesar de la música interna y el ritmo
volumétrico de las contracciones.

Y todos se reían de la mala suerte de los magos,
cuando Angel tañía el epitafio de la monotonía y los finos jilgueros olisqueaban flores a punto de
caer en el falsa conciencia de Elohim.




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