sábado, 22 de diciembre de 2018

camino hondo


El agua está sola, y se conmueve. La armonía del agua es contagiosa,
fluye entre sauces y piedras de un solo uso, entre cataratas de viento, silogismos elementales. En el Parque
el agua es un secreto diametralmente opuesto a la sustancia que facilita el recambio de las estaciones.

Cuando un coche pasa por la avenida principal del Parque –ese camino hondo–,
es que no ha pasado, era un fantasma, un espectro surgido de la imaginación colectiva. También pasan los aviones,
raudos y veloces, apegados a sus estelas racionales, a su mantra y su física corriente, pero son de mentira,
son aviones de papel, cortinas de humo como en la guerra, son artefactos visuales,
solo que han perdido su maquinaria por el camino, drones involuntarios.

Cuando se debilitan los sentimientos y la vista se pierde en un horizonte apaciguado, una completa nimiedad
puede acabar en un instante decisivo, sucesivo, inteligente, puede acabar siendo
vital. Tres cruces se suponen, se suceden, una por cada ladrón; esta es la religión de la naturaleza,
la homilía del cuervo, el sanctasanctórum de la ideología y el procedimiento, la realidad del trámite innecesario.

Hay un protagonismo excesivo, pero no se sabe de quién: habrá que denunciarlo. El periódico de la mañana
trae noticias intocables, suertes infumables, oligopolios contables e interactivos que son cárteles de opinión,
artes aplicadas: conversaciones con uno mismo frente al espejo traumático de la presunción de inocencia.

Esta flor ha eclosionado lo suficiente, sirve para parar un tren de madrugada, un alba,
una bala doméstica, vale su peso en sangre azul, en plomo y emoción.

El agua inyecta su sensatez de fuego, un alma en equilibrio, su brío; es que tiene una misión que no es del agrado del arte,
que no atrae a la fortaleza del lenguaje (ni sus consecuencias formales). El río frunce el ceño y es
todo un personaje de novela; que el río sangra un río de viejas
postales, sangra y renueva la sintaxis de su campo de sentido, es tan realista, tan variable; la retórica
existe para anunciar el mundo como si fuera un falso mercado de ilusiones… ¡Espera…!



Grant Wood

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