sábado, 29 de diciembre de 2018

hacia la soledad


Hacia la libertad, donde haya un pájaro, una brizna de hierba,
un verso. El tiempo está templado, ha sobrevivido a una matanza, pero sigue
muriendo, sigue escribiendo en alto, con mano firme, mente turbulenta.

(Solo) aquello que no es real avanza inexorable, es decir: el futuro. Avanza inexorable-
mente, desenfunda más rápido que nadie, se triplica en un instante de gracia tan palpable como una mandarina,
tan extático como una mariposa; la interioridad del mundo es residual, ha alcanzado esa propiedad
sin importancia.

Los chicos replican el ritual de la Historia, faltos de imaginación. Están muriendo de dos en dos, van
entregando la sangre, las lágrimas, las notas tomadas de la vida misma,
una vida civil, civilizada, ausente.

Hacia la libertad, un pájaro contrito, aunado a esta cualidad humana tan poco
perfectible, metafórica. El mundo era un lugar estimulante hasta que aparecieron los milagros,
los profetas y su impronta subterránea, sus dos metros bajo tierra, la Luna que traían en los ojos, la tierra
que traían en las uñas, la sonrisa del lobo.

Traían una longitud rabiosa, un aparcamiento para todos, una profunda sobriedad. Traían
el alma de su generación hincada en una pica formidable, homérica; dejaban transcurrir la memoria,
sin auriculares ni provisiones de humo.

Gélido el tiempo, gélidamente se desnuda de sí, hace un aparatoso mutis, infringe sus reglas, sus regalos,
hace marcas en la calle para que salten los gatos, para que la luz no pierda la compostura en el aire
y la sombra no crea que ha nacido al silencio como un poeta
muerto o una mirada vacía.


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