domingo, 19 de enero de 2020

respirar, expirar...


Se difunden las artes, que si la poesía… También
abunda una especie de barro que todo lo ensordece, marca cruces en el contrato de trabajo,
soluciona problemas. Una especie de fango que todo lo enmudece, moldea versos
sobrecogedores que te hacen volver la vista
doscientos años atrás.

Qué inspiración ni expiración, qué numen, qué arrebato, qué palabra; tan burdo
sortilegio, básico y como descamisado, tan emocionante. Un saber
instantáneo, una premonición
y basta.

El poema se erige (semi)circular y megalítico, otra vez es el anillo de Browning
solo que convenientemente jibarizado y, no obstante,
interminable como solo puede serlo un milagro sin final feliz.

Presentamos a las protagonistas de la escena, las duelistas
desoladas, depravadas, rítmicas,
trenzadas como un río artesano, acaso un poco incómodas por la incomodidad estricta del lenguaje, su impureza
existencial. Un Ángel, habrá. Hay un Ángel D®
realmente sobrio, el cuentacuentos de la eternidad.

RgM se sabe el genio de memoria, inspira multitud de amaneceres,
gran cantidad de mediodías, fúnebres ocasos. Abanderada del tiempo, es el soplo infinito,
el tímido aliento de la mayoría que saltea los caminos,
recibe en los recibidores, sangra sobre el papel falsificado.

Serenidad y estilo;
salir de compras por un pasado libresco, arrasar los estantes del olvido, aprender
a morirse, amasar un fracaso tras otro. El poema resplandecerá como las cúpulas doradas de Bagdad,
como los rascacielos en la orilla anónima del Hudson, será espejo solemne, imagen
de cuanta soledad nos pertenece.



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