miércoles, 1 de enero de 2020

inmemorial


Es impresionante. La Raggamuffin siente la potencia del verbo,
la fuerza de ir descalza sobre la tierra profunda, la extraordinaria soledad de la hierba, el destello
atómico del cinc. Y así su voz
concentra un impacto de eones, eras y silencios
formulados más allá de nuestra vigilancia, más allá
de la historia.

Es impresionante. La raíz no se cuestiona, busca el agua de la vida,
pacientemente. Hoy ha llovido, no piedras, como ayer, no el granizo que amustia
las sienes y los besos y emborrona los versos
con series decisivas y cuestiones reales, que destroza la prosa con errores de estilo,
era una lluvia tan fina como un diluvio de viaje, como una incesante relación de pertenencias,
un villancico fuera de temporada.

Mikayla ha comenzado a ejercer su privilegio: la renuncia maestra;
ha puesto coto al infortunio y los días de trámite, ha contemplado la sombra que atraviesa el espejo y forja
imperios separados por haces maternales. Es tan digna que deshoja
margaritas con la mente, ama con el viento de cara,
tan curiosa que silba una canción de cuna en la memoria.

Impresiona tanto no verla acaparando el sueño, desconocerla en las volutas
humildes de la ensoñación, añorarla en la imagen que el incendio construye a golpe de inocencia.

             Nadie que la recuerde arañando el asfalto en las noches
             de Harlem, brotando como un ramo entre las tejas
             o esperando el invierno con la mano en el pecho.




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