Más grave que su voz, ningún poema,
más pura que su canto, no hay paloma.
No hay rosa tan segura de su aroma
ni rey tan orgulloso de su emblema.
¿Quién va a ponerse ahora su diadema?
¿Quién sostendrá el bastión que se desploma?
¿Cuándo hablará otra voz el mismo idioma?
¿Qué voz juega con fuego y no se quema!
Se detendrá en el surco su balada
y vibrará la aguja, temerosa
de no alcanzar su toque de fortuna.
Más grave, pura, rosa, más amada,
más segura de ser la más hermosa,
ninguna voz, ninguna flor. Ninguna.
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