jueves, 29 de junio de 2017

la caza del dron melancólico


En alas de la música asciende por el tronco un verso
trepador. El amor ha nacido y en la báscula pesa como trescientos gramos, veintiún gramos, cien gramos
de vergel: como cien gramos de hierba en una bolsa de plástico
pesa el amor.

Se aburre la avenida de tanto dilatarse, de tanto pensar en Keats y su casa derrotada,
su románico ambiguo. Los pasos de los pobres resbalan por el barro como el paso de la noche enturbia el horizonte.
Tras la cortina geométrica del aire, un reloj de mariposas
trina y contempla la gravedad del día, se asegura una dosis de realidad.

En la palma de la mano cabe un espacio
capaz de derribar el mudo engendro de la historia, de arrinconar a la materia y expandirse
como una protección mafiosa o una familia desnaturalizada. Los átomos se burlan del ingenio, apalabran
nudos de inteligencia artificial en los pliegues imperfectos de una pajarita de papel.

Hacen falta más pájaros para conseguir el dron melancólico. Es el trabajo de Jordan
descubrir los nidos y criarlos en su mente, domesticar el don
del equilibrio. Así que el asfalto está que rabia y las personas quedan descifradas al instante,
duran lo que una garantía permanente,
doblan su espinazo como creaciones débiles, o es que son seres humanos cortados por el mismo patrón
obtuso del imperio (y el trabajo no está tan bien pagado como tiempo atrás).

En realidad, el poeta se asegura su dosis de amor
repentinamente, repetidamente: roba, se prostituye el alma por un trance superfluo, engaña a sus parientes
–que lo desprecian. El verso ya se tiene solo, ya camina de boca en boca,
de voz en voz; se articula o pierde simetría, desvanecido desciende ahora por el tronco
hacia la calle que serpentea román(t)ica y ambigua,
con un deje de muerte insospechado.

Gente marginal o que margina, está que trina o silba (incluso a gritos), brota como espejos
retrovisores de la maleza inculta en que se ha convertido la civilización. El poema discute consigo y se golpea
con los mansos nudillos de la rima, sangra por la vergüenza y el estereotipo. En cambio, gente
enchufada al gorjeo milagroso del silencio se aventura y es registrada por el arte en el minuto cero de la luz.




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