sábado, 10 de junio de 2017

¡venga!


Así, sobrecogida por distante,
el corazón sin una sola arruga
y un beso entre los labios, puesto en fuga
por la distancia muda y jadeante.

La noche, a su manera circundante,
retirándose a paso de tortuga;
que el sol por tu silencio no madruga,
pero al alba despierta con tu cante.

Cuánta noche en tu sombra se atrinchera
que sales a la calle y no hay manera
de encontrarte después del mediodía.

No hay forma de mirarte, ni hay espejo
que capture en su entraña tu reflejo,
aunque nunca estés lejos, Rosalía.




¿Un páramo en su nombre? Un páramo en su nombre
obligado a inundarse
de silencio. Sus pies formados por una grave inundación de balcones sin huella.

Esta Princesa destrona; su letra versallesca decidida a fundir la fantasía. Cuántos jardines, arte de alabastro;
en la fundición su voz alzada que domina el martillo y se transporta,
espalda contra espalda, hasta otro viento, que se lleva la fuente en un suspiro.

Mastica un beso junto a quién sabe qué
bosque imponente, qué inocencia
desatada. Finge un aire, sigue al mar; del oleaje, vuelta la cabeza, retorna, ondula el cuello.
Hoy es sábado y el material del cielo suena como si ardiese
para ella, suena como merendándose un vinilo color naranja, como fumar sin filtro
y camelarse todos los mansos ecos de la noche.

Sangra su dominio de oro, esta es su fragua, su pasado que otea el horizonte, el vaso de agua
rosa que refleja su parte. Qué oscura su voz
descalza por el hielo, sobre una palabra fría como muerta.

Donde la soledad ha blandido su acero, la mañana ha esforzado su carácter. El Sol carece de fe, solo es madrugada,
artificio distante, solo una plomada de sal en el ajado rostro de la tierra. Hay un feroz magisterio
que anuda sus deseos al extremo de un beso
y luego canta. Y se desentiende.

Muere… porque ha nacido hace un verso. Viste de manantiales,
¡cómo arde! Abiertamente hermosa en un adentro. Mirad su rosa, miradla, qué postura en el espacio,
qué conciencia. Muerde la hierba de tanta idolatría, tanto tiempo desusado:
mirad su reloj de arena.

El mundo estrena compás; en sus ojos se larva un vuelo amargo, una montaña de pánico,
su risa: ¡basta ya de odiar su risa! La marca que le enluce las pestañas. La sierpe que es de siempre su enemiga. Esta
fragilidad del continente, esta corteza. Decir una ilusión, una frase tan próxima a la luna, hacer como si fuese
de repente. La gente viene a verla y luego calla, se muere y ¡venga!
y nace para verla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores