sábado, 23 de septiembre de 2017

si todo importa


Más de quinientas veces el poema ha reconocido su impotencia,
su importancia también. Su recorrido es un circuito de motocross donde abundan los accidentes gramaticales.
La prosa rueda en motopross actualizándose como una aplicación
desaplicada. Sucumbe a la tentación del verso y entonces aparece el futurismo
atónito que tan bien queda. En cualquier recepción, en las fiestas privadas a reventar de público
independiente, una muchacha gótica con los labios pintados de rotundo fracaso
es la triunfadora de la noche.

Fatalidad: todos ocupan sus palacios adosados, cada muchacha se asoma al ventanuco de su torreón y deja
caer un mechón de su kilométrico cabello –young Rapunxel– mientras entona un aria
dura como un rap acalambrado. Sonar, lo único que suena es el bullicio de las páginas
pasando entre estertores, puntos de lectura y barricadas
armónicas. El porvenir se debilita ante tanta ficción esmerilada, tanto cuento estoico y tanta fascinación por la literatura;
hay autores que incluso reniegan de su autoría y se suben a una rama baja del árbol como si fueran nobles italianos
seducidos por el arte de la renunciación.

Angel es una de esas personas que representan un barullo existencial,
su locuacidad es el silencio de todos, su belleza, un espectáculo barroco, su destino, la causa norteamericana: un linchamiento
posmoderno efectuado en mitad del sueño de los justos.

La frecuencia del abismo condiciona el eco, desnuda de pretensiones o de presiones la voz del artista,
que siempre es un creativo marginal, reincidente, marciano. La voz procede de la historia, aunque sobreactúa
como un personaje histórico que echase espuma por la boca. Naturalmente, el poeta se echa
a dormir antes de la epifanía, antes del tumulto final del que saldrá fortalecido su estro,
bendecida su frente, regalada su pluma con la agilidad astronómica del verbo extraoficial,
colosal de los clásicos valores.

Más de seiscientas veces el poema ha perdido de vista su in-trascendencia, se ha robotizado en torno a las estanterías –cierto 
apocalipsis horizontal con sus nubes sulfúricas y su atmósfera venusiana. El poema ha resbalado
como una lágrima lechosa o una guitarra eléctrica dominando la puerta de atrás de la conciencia. Y algún
poeta ha descendido a la metáfora para conocerse, ha retorcido los espejos con sus propias manos
cristalinas, ha rendido los ojos a la guerra total de la verdad rescrita y ha gritado de pronto:
¡oh, amor si nada importa, oh, destacado infierno!



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