domingo, 10 de septiembre de 2017

una zambullida en el estanque


Ahora del revés. El parque se ha dado la vuelta como un calcetín. En medio de todo, algo ha ocurrido, y ha sido un trastorno.
Un leve milagro significativo, nativo. Angel ha desalambrado el desierto circundante con un sensible aleteo
deletéreo, se ha persignado por si acaso, ha contemplado
muy de lejos la concupiscencia de la noche.

Cuando amanezca, habrá nieve en el alféizar y las palomas seguirán despegando de su base. El sol
alumbrará un extremo de la pequeña esfera, el universo visible de los hombres. El milagro es una nadería;
ha nacido cansado, ha venido al mundo con un pan negro y un espejo de lata. Consiste en la recreación de una zambullida
en el estanque, un trámite sin ninguna belleza intrínseca que no ha causado
alboroto alguno ni ha incrementado la rocosa entropía del sistema.

¡Oh, como si es una tapadera! El suceso ha modificado de forma plausible todo el paradigma
literario (¡que le pregunten al poeta!); y ya no se puede escribir sino con mano izquierda. Angel ha producido
sombras más allá de lo esperado, luego ha pedido un beso,
pero nadie. Su acción no ha merecido recompensa, sus labios han desbordado
de futuro. Como siempre, el sonido parece crucial; las armas se cargan, los disparos afirman la estructura
contable de los sueños; onomatopeyas, eufemismos, cábalas y acertijos a los que responder con un monosílabo certero.

Estaba un yonqui apalancado en el taller de vehículos, casi abandonado; martirizados los brazos,
llenos de abscesos coyunturales, su alma, un cadáver transparente. El tipo de lugar donde los dioses
se dejan ver en situaciones comprometidas, demuestran su poder multiplicando
cupones del supermercado o dejando que los niños disfruten de una boca de agua los días calurosos.

Al instante, el hombre había sanado, sin bostezos ni escalofríos pintorescos, sin algoritmos
celestiales puestos en liza ni maquinaria áurea banalizando los efectos de la sangre. Qué gloriosa protección,
qué catedrático del hampa rescatando del íntimo pasado las malas decisiones. Más tarde, Angel ha fumado un poco
de hierba, porque la hierba crecía de milagro, como en una leyenda; y los poetas
hablaban entre sí de forma exagerada.



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