sábado, 11 de agosto de 2018

jerarquía celeste


Ángel André 3000 (madre solo hay una). Ángel solo hay.
Destiny aparca sus motivaciones en un espacio libre de la Avenida,
sobrevuela el páncreas de la nación, se confabula con un enjambre bajo el sol criminal. Frank Ocean sobrevuela
con su franco sonido de múltiples pareceres y su lengua abstracta, su manuscrito Voynich de la música
disco, el estómago desagradecido de la nación. Todos los autos han sido confiscados,
nadie se mueve a lo largo de la sinopsis del futuro, el armatoste
fantástico del olvido.

Cuando la transparencia era un rapto extraterrestre, una abducción
precedida de algunos sueños vivarachos muy desagradables. Se sueña con fruición y desfachatez
genuinas, uno sueña sus propias mezquindades, su pequeñez desagradable y desagradecida, su falta de fe.

Destiny ha desembarcado en el reino, por tanto. Su venida tan débilmente apocalíptica, su descenso
indica un procedimiento divino venido a menos, como si el cristo hubiera crucificado una sombra o un reflejo
para evadirse en la niebla, hubiese confundido la mano vengadora.

El enjambre oscurece el aire con su iniciativa artística, están: Hacendosita y el resto, maravillosas
bestezuelas románticas, agradables mínimas aeronaves de acústica emborronada. Qué melosas combinan su desempeño
con la tozudez de la corriente, el manoseo del aire. Destiny absorbe
líquidos puros, hidromiel, whisky fabricado al alambique y la miseria, se traga todo el humo de la noche,
contrae enfermedades incurables sola con su tiempo a cuestas, enferma de soledad pero dentro de un alma que no es suya.

Ángel Kiandra Richardson: su localización, el soliloquio que requiere. Su voz
es el pescante, el turbante o la rampa de lanzamiento, rampante como un cuento explícito de Elkin o un rebelde
atemporal, atípico y soberbio. Destiny aterriza con un libro entre los labios (de memoria), salidas de tono,
barcas en la bruma colosal de la laguna divergente, el Walden miserable de los lunáticos. Su belleza
colérica como una visitación morrocotuda,
esfinge de color violeta; sobre la contradicción edifica su establo,
su cuerpo escenifica el triunfo de la palabra, la derrota inapelable del miedo a la oscuridad.



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