lunes, 1 de junio de 2020

mundo celestial


El Parque. There is… Existe una nube extraordinaria, innecesaria,
pegada al cielo como un cromo difícil, la nube discreta, grandiosa (que no le dé por llorar).
No llueve ahora, la celosía dispone su pétrea configuración, su hermetismo
ficticio; la sombra resultante presenta la costura laberíntica de un puzle,
cortesía de la tarde que se abate
insulsa y comercial.

Destiny (todo para decir...) ha patentado un saludo
que no ocasiona víctimas mortales ni curaciones espontáneas ni taras permanentes, no incluye una factura
abultada por daños colaterales.

Actualmente, los Ángeles son personas como las demás:
contribuyen religiosamente a sostener el presupuesto municipal. Dest ejerce su fascinación
irremediable, con su ropa ceñida,
a veces un vestido blanco por encima de la rodilla, sorda
representación de la belleza femenina y sus contradicciones. Una belleza
sostenida en el tiempo, descrita en un heroico lenguaje extraterrestre.

Sobre el plano,
el Parque linda al norte con un cielo inestable, al sur con la paz del monasterio, al este
con un sol atómico y pulsante y al oeste con un brazo de mar.

Otras dimensiones limitan (por lo tanto)
el área potencial de la espesura, la superficie exacta de la hierba, la cuadrícula salvaje:
está la ventana que acerca a la nueva poesía, el encantador silencio de la pluma, la habitación secreta
bañada por la luz cegadora de la noche. Está el recorrido impactante del ferrocarril
subterráneo, con parada en todas las heridas de este mundo.

Está la habitación del ático, el pasillo que conduce a la esperanza,
el núcleo de una fe manchada por el humo cadavérico y las estrellas, profanada por los uniformes;
y están los ojos abiertos como herraduras de espanto, cerrados como lápidas,
oscuros como un millón de nombres perdidos en la caligrafía de la historia.



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