lunes, 26 de noviembre de 2018

la inmensa dote de la miseria humana


El amor es enemigo del campo, busca cómo desinfectarlo, cómo urbanizarlo, quiere
sacárselo de encima a toda costa; el amor no construye vías para el delirio, no acaricia
huesos ni atesora las cenizas del tiempo.

Ha oído hablar del amor al amor del fuego y mientras los cuervos, pájaros insomnes, mirlos blancos
discutían la propiedad de la altura; así ha conocido una propiedad del amor que es el beso. Ha probado  
a besar un árbol, también ha besado una gota de lluvia, se ha besado en el espejo hasta
dejarse la piel (y los chicos al verla sonreían con familiar resentimiento).

Parece que el campo se extiende en todas direcciones de la realidad, también incluye un nexo
temporal que se distancia, es un cubo gigante que alude a la eternidad y el inconformismo. Parece un reto descubrir
la topografía exacta de la materia, aprehender el higgs correspondiente y darle cabida en la razón,
proporcionarle un nicho en la inteligencia. Las estrellas son nudos gugolplex, se desarrollan como si se megadesarrollasen,
mueren en un suerte de cuerpo a tierra metaliterario.

Para ella el amor es un espacio curvo que interioriza el vacío, crece dentro de su corazón,
crece dentro del cuenco de sus manos, crece como la hierba, como una torre Eiffel desangelada. El amor es una torre de humo,
un espejismo delineado por el hambre, por el Arte, por la soledad. En esencia, el Arte
ha creado el amor, lo ha rediseñado, lo ha moldeado conforme a sus propias tablas de la ley, le ha prestado la luz del compromiso,
la inmensa dote de la miseria humana.

                          Pues el amor es decididamente contrario a:

                                un vademécum de insectos
                                ciertas variaciones sobre la inanición
                                la solemne pesadez de los perros guardianes
                                la integridad terrible de los roedores
                                el escozor insoportable de la privación sensorial
                                el frío

Y entonces se pregunta si esta vida ajena a la condescendencia del deseo, esta vida misma que roza el sufrimiento sin tocarlo
(escucha el viento con auriculares), este sueño que derrota a los sentidos y se abrasa en el caldero de la literatura,
este afán de resistencia, este poder tan nuestro que gobierna hasta el derecho de la sangre…,
si este Amor que la inflama de delicados seísmos e impuras redenciones, esta noche que funde
su carne con el cosmos, no alumbrará también en su arrugado seno la semilla del horror
y la vergüenza.



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