sábado, 21 de septiembre de 2019

apenas una flor


El arte surge de la exposición prolongada de las almas a la ilusión de la belleza.
Fusión; la verdad refunde, parte real y parte imaginaria. Aquí existe una sola verdad
porque no hay rastro de malas intenciones; una sola verdad
imposible de aprehender.

La hierba produce sinsabores pero a un nivel
incontrastable, la manera en que se fuma es necesariamente
insustancial; vapores y sudores fríos, calor y convenciones. En esa tesitura no es preciso
comportarse, uno puede afianzar su mal comportamiento,
rolar su verso suelto. Pues la verdad no es obligatoria.

Destiny es bella, su hermosura no corrompe (apenas), engatusa
apenas una flor, viaja con ella hasta la puerta del cine, viaja con ella por todo el jardín, por toda una canción,
coge con ella el tren y se detiene donde debe detenerse,
obra el movimiento de un columpio colgado entre dos perlas
de diferente color.

Ella es su territorio, está en su territorio y blande un hacha de guerra,
su bandera es como el cielo, ese azul de posguerra, ese mar azul de compromiso,
ese raudo amanecer de cada día, la posibilidad de enternecerse cada día, de arrojarse al azar
como una moneda de valor probable.

Ocupada en el espejo, su trabajo de Hada, su trabajo
manual, su oficio de cometa y as de rayos, el eco de su risa en el cuerpo espiral de la madera,
en el renacimiento formal de la corriente. Acaso la verdad refunde
sueños, arrebata trincheras, escucha la permanente queja de la noche.

Ella es una profecía derribada. Decir que es
desmerece la orgullosa cadena de su aliento, la pureza de su voluntad. Sus manos
viajan, su cabello entra con ella en el museo, desciende las escaleras del metro,
esa región inexplorada y curva. Sus ojos ríen
porque no hay futuro más allá del arte que rodea su espíritu.



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