lunes, 23 de septiembre de 2019

el área de la salpêtrière


No se puede ser sublime sin interrupción
(Jorge Valdano)
 Florentino es un ser superior
(Emilio Butragueño)
La verdad es que sí
(Raúl González Blanco)

Destiny es un ser superior, sublime,
es la verdad. Ha sellado un acuerdo con la nada, su firma de carmín,
roja como una losa, pesada como un beso.

Nadie se acuerda de la luna cuando llueve. Hay un área de juego; tan capcioso,
el campo se mueve en unas coordenadas
interiores de pura cotidianidad. Es un campo alrededor de las apariencias,
una ciudad al límite del cielo.

Alrededor del campo merodean ciertos tipos especiales,
rostros entresacados de los retratos perdidos de Géricault, gente con ojos despiertos. Hay un millón de trenes
subterráneos que recorren paisajes teológicos,
estratos momificados, tartas de tierra y luz.

El paisaje cuenta con Destiny para destacar, opera con materiales demasiado
sensibles: una gota de agua. Cuenta con una gota de agua, una brizna de fuego, un saltamontes.

Dimensión y fondo; las dimensiones del campo son las que deben ser,
infinitos senderos hacia un mismo corazón. Se maneja un tramo de horizonte
nada flexible, su línea que avasalla, dobla la mano del artista.

A martillazos suaves, los sueños
restituyen prodigiosas esferas de realidad. La hierba fortifica la histeria de los manantiales,
graba su puño de hierro en el aliento del bosque. Ah, el vuelo es necesario para ver
la tristeza que agita los pequeños desmanes de este mundo.




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