Es la simpleza, el gesto, la manera
de acodarse, la noción
conversa,
hablas y la voz se abanica con nudos de silencio.
como
una facultad, sacia como una historia desprendida del cielo, labrada
por
un séquito de abejas
pensativas.
pegajoso,
crece más allá del tiempo, surca un siglo
de
oscuridad o resucita
en
la mejilla de una muchacha desnuda.
su
color entre los restos de otra Primavera. Los ojos se rifan la sangría de la
luz,
orillan
su entusiasmo y fingen una cremallera de movimientos torpes.
la
explotación de los sentidos, el aura
sentimental;
decías que la felicidad no era incorruptible —no andabas
en
aquel juego— ni podía comprarse con notas de futuro,
que
ni siquiera alcanzaba el efímero rango
del
verso que se olvida.
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