sábado, 29 de diciembre de 2012

el árbol


Hablabas de fusión y un pequeño desierto se fraguaba alrededor de tu sonrisa.
Empezaste a beber, acorralada por el bourbon,
cuando la nostalgia dibujaba parásitos en el suelo de mármol
y las ventanas del gueto organizaban visitas por cien euros latinos
para verse desnudas a través de tu miseria.

Aprendiste a cazar pájaros a la luz de la luna
con tus armas de invierno. Comértelos era una bendición,
aunque en ellos permaneciera como un sabor de brújula, un regusto hacia el sur
que te hacía evocar el tiempo de las televisiones.

Así, te escondías de los magos perversos y de sus arsenales.
Hablabas de amor y el desierto te cubría de mugre con un deslizamiento errático.
Pies de plomo, y el oído pendiente del chasquido solar
que anunciaba el combate, una luz en absoluto redentora.

Bebías y bebías el agua embriagadora de los místicos,
reconocías a dios por su dentadura mellada y su altura perfecta
y rezabas un padrenuestro solo tuyo.

Aquella tarde amaneció temprano:
un ángel se posó sobre tu árbol de humo.

2 comentarios:

  1. "un ángel se posó sobre tu árbol de humo".

    Y las palabras se me escapan como agua entre los dedos para decir ese no sé qué... que se ve y se palpa al asomarse a tu poesía.

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  2. Gracias, Emma. Para mí, es un honor el que alguien como tú, con esa especial sensibilidad para la palabra escrita de que haces gala, se interese por mi pequeña escritura.

    Un abrazo y gracias de nuevo por el comentario.

    Esteban

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