jueves, 29 de julio de 2021

una sola y repentina flor

 

Sales a la calle y modificas imperceptiblemente tu canon de belleza ―click. Sales a la calle
y buscas una forma de novelarte, de asediar tu propia e irreductible
contradicción.
 
El tiempo que hace. El tiempo que hace que no ves
a nadie, el frío que recorre cada instante de tu recolección, cada momento
disipado en el aire, cada significado. El frío
significa hierro y tiene otras acepciones: hielo y sucedáneos metafóricos. Significa
fuego y posee pautas diferentes, según.
 
Cuando te encuentras con el Ángel ya es tarde. Suele
ser tarde porque tu mente habrá dado ya una vuelta de campana, estarás
ya cerca de la extremaunción: la posibilidad de un exorcismo tampoco sería desdeñable, desacoplarse
sería notable (sería poético).
 
Apenas tienes constancia
del milagro lo anotas en la libreta taquigráficamente, en líneas
generales. Se habrá producido un estrago muy bello, algo sin identidad. No será obra de un superhéroe
apesadumbrado (o delicadamente insatisfecho). No se trata de un Ángel
más. Será el tuyo, tal vez.
 
Entonces, la manera de mirar el segundero se diluye, nada fluye ni se comporta; la Avenida parece
rodar contrarreloj, parece una epifanía demacrada, el radio del horizonte de sucesos,
la compota de manzana del chef:
es un campo ontológico que describe una serie de líneas de bajo
bajo la propia realidad, sombras irrepetibles
que contienen el mundo en una sola y genuina flor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores