viernes, 27 de octubre de 2017

kandahar


Al abrir los ojos, el parque se aproxima a Kandahar. Hay montañas y polvo,
valles acorralados; las balas silban su particularidad. Es una ubicación tan peligrosa que los cadillac de siempre
no llegan cargados de provisiones y vestidos de seda; los árboles son un festín para los cuervos, su esmerado vuelo
que se incrusta en el aire como una relación matemática. Los versos
quedan rebozados en la polvareda, constelaciones de polvo colonizan las gargantas,
se bifurcan entre dos calamidades.

La norteamericana se llama (esta vez se llama así)
Nova. Y es de familia real. No porque sea de familia real, sus trenzas apabullan un instante,
durante una fracción de estiramiento neuronal-admirativo desacatan la estudiada vigencia de la realidad. Sinopsis
porteadoras de rimas estallan en bloques funcionales. Little Simz sugiere
un pequeño lujo que es preciso concederse, el homenaje del yonqui, la beatificación balística acordada.

Una basílica almenada de torres concordantes que pueden distinguirse rayando el horizonte,
justo delante del techo monacal de la cordillera;
¡ah, penachos nevados, arcángeles horticultores revertidos a su nueva industria del armamento y la serenidad!

Con fusiles antiguos pero bien engrasados, la milicia saluda a Nova y su fantasmal séquito de fumadores
de opio, la comitiva triunfal que escolta su pálida fortuna. ¡Es tan simpática! como un poema en la memoria,
quizás como un poema alijado en los baúles de la herencia o la rendición. Su nombre
es como un manto de palabras; tendréis que observarla a través de la mirilla telescópica del rifle, mediante un telescopio
de rayos infrarrojos, a través de una lente gravitacional estropeada por fanáticos newtonianos,
no en persona.

Tras la mirada del parque, late una fascinación por la constancia, un adorable reflejo
oscila entre la euforia y el tupido desierto literario. Una bestia contada por las mejores plumas del reino, cortada
por el crudo patrón de la blasfemia y el hallazgo. El humo que bendice el contrato
nupcial. Y las parejas que se juran Amor contra una eternidad de honorable apatía.

Así que Nova… viene a ser. Es la sustituta apacible; su frenético tesón,
la débil salud de su aniñada frente. ¡Qué lisa mordedura reconoce su piel!, cuánta pausada lluvia entre sus cejas,
sus manos, qué palomas en forma de paloma, qué labios de sus labios (de sus labios). Para retornar al arte, del arte hacia
otra sombra más… espaciosa, más plena, hace falta un motor de mil caballos
o un grito. Un ritmo que haga saltar las lágrimas a tiempo. O un beso en la exacta frecuencia de la noche.




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