sábado, 5 de mayo de 2018

ubicuidad


Jordan palidece, siente ese malestar grotesco ante la vida que se despliega (a cántaros)
en su presencia; incapaz de asimilar el ejemplo de otras personalidades sagaces, otros universos, asigna
cualidades modestas, cataloga condiciones vitales, determina caracteres con la pasión concreta de la mocedad, el ímpetu
descarnado de la contradicción.

Ya que su mundo contiene la inédita vertiente literaria de:
la selva contractual
el corazón de una estrella cien veces más masiva que el Sol en la gran nube de magallanes
el himalaya de marte
el patio trasero de la casa de hojas – su pasillo animado
el área x – 51 – del trapecio
la casa de snoopy
el laberinto del hotel overlook
                                                      (algo de color rojo k)
gente
y el mar grumoso más allá de Alaska

Es un universo dentro de la poesía y la maleza, retorciéndose ahí
como un gusano en su manzana. Es una potencia fraudulenta; nada que contar. Entonces
la gente no parece
de veras. Es inútil; la sensibilidad se oculta bajo la alfombra de las emociones, tras su tierna fachada juvenil y sus recuas
andróginas.

Jordan –en otro momento– dinamita el blues en Central Park. Pero se halla en la Avenida de siempre,
eje de un organismo demacrado, realmente subjetivo y fantasmal, donde (se) espera el milagro de la consternación.
Sin mencionar animales corrientes, como moscas (que caen). Está en su lenguaje, detenida,
esposada a una cerca que un crío de pantalones raídos sigue pintando desde el principio de la historia, los tiempos, la eternidad.

Aguarda el instante ecuménico, el proceso insultante,
la hora de comer. Hay un rimero de identidades que merecen
reconocimiento, son admisibles, susceptibles de un giro retórico incluso de su agrado. El poema
se marca un rayo de luz, se rebaja a la altura básica de las necesidades básicas:
amistad, pernoctaciones, (tal vez) amor.

             Jordan lanza un estilo consecuente: ¡al abordaje! Mejor que los poetas,
             sufre lo suyo. Cruza el estilo florido de sus piernas atléticas, hunde su mayestática sonrisa de celuloide,
             en un pozo de sangre y fastuosa decoración (notas amargas).

Arde un trozo del mundo en la primera mirada después de la ocasión; los colores
retornan a su caverna invencible, nada sentimental ocurre, solo que el espacio se conturba con las insinuaciones
mecánicas del ecosistema.                                        Los_Ángeles
están en marcha, vienen de LA con su música y sus vaqueros escurridos, rotos
en mil pedazos de neón: su carne de león, su guión bajo _  carismático.

El milagro se hace de rogar,
es una tradición en los lugares,
en la roca que corta la playa en dos renglones de calor, el acantilado y sus defensas. Las mentes frecuentemente andan interconectadas
mediante cachivaches privados (¡es la telepatía, estúpidos!); pero aun así se chilla de lo lindo
(también en la fineza del verso) hasta con un alma muerta entre los dientes.



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