lunes, 2 de julio de 2018

en una palabra


Duerme la luz marciana de occidente,
el Parque endulza su figura austriaca, el rosetón, la mancha de verdín sobre el terreno,
sobre el mapa arrugado. Como encontrarse una carta en un cajón, descubrir el pasaje, la conexión
secreta entre dos actualidades.

Cuando declina la frontera, los cuerpos vuelan indiferentes a la magia y el concierto, las personas
aducen, espolvorean razones, cometen pleonasmos de origen, crispan la nómina de las visitaciones,
la novela corta en que se ha convertido la historia, el río y la velocidad
autónoma del agua, el desencanto. En una palabra, existe
cierta alteridad, una condición absoluta, notas de la propaganda cuántica.

             Jordan no comparece, desaparece; ha descubierto un mapa
de sus sentimientos, marcado en rojo –en una palabra– con la palabra Amor. Detrás del mapa, en la contraportada, un poema
doblado sobre su propia mecanografía, una declaración insólita, el introito
completo, la soledumbre mas aparatosa del mercado. Mundo aparte, el Parque se reduce
a la nostalgia, un lugar de vacaciones con su playa vacante, su puerto
efímero, su espigón. La materia del sueño es un camping de segunda categoría a rebosar de gente; amén.

Gorriones que hace tiempo no salen de paseo, no salen en el canto ni cantan en escena, no articulan la sed de las palomas
ni gorronean semillas, el maná o el incienso, pensativos como héroes
catapultados hacia el ínfimo fracaso del ecosistema. Jilgueros actuarios, guerrilleros del arte, solos
como físicos nucleares, milenials
de reparto dueños de una fraseología trasnacional.

             En el cielo duermen los veloces rayos, tramos de sangre
vacía de promesas, cuencas desorbitadas, órbitas cerebrales. La vida se distribuye en paquetes
discretos de naturalidad, salva obstáculos con premeditada insensatez; ah, alguien flota en la inopia del espacio
soportando el bombardeo de un millar de ingenios por segundo, en su rama
baja, bajo una lluvia de colores, la clásica trabazón de los significados.

Jordan espolea a su amor, clava sus ojos en la falda lujosa de la noche, entonces
se esconde tras la vencida llama vespertina, renace en una sombra que nadie ha pronunciado y forma un purgatorio
con los dedos donde queda enjaulado el hechizo constante de la aurora.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores