domingo, 14 de abril de 2019

los guardianes del arte y de la fe


Quedamos a la luz del Paraíso con Angel Haze, en el cuenco
divino de una cuna hecha con páginas centrales, el nido de golondrina de un Cervantes impávido y viral;
desde el penúltimo palco vemos cómo se proyecta una película muda: solo se escuchan las fuentes
de letra por encima de la arial (solo te limpian los primeros veinte pavos de la apuesta).

Negociamos un convenio con Teresa, que se imagina un verso y lo desliga
de sí, lo desteta y lo arruina por el mundo (que se va por el mundo, como el pequeño Lekséi), pero el verso resbala,
choca contra el mármol de la noche, rompe muros y rompe-corazones.

Incluso la roca más piadosa, más densa y permanente,
vuela como la sombra de algún pájaro, airea cien anhelos desiguales, su interior tan puro y ordenado,
impone el drama de su nacimiento sobre cualquier distensión narrativa, fija su volcánica
perfidia al eco de las grandes aventuras.

Angel y Teresa hacen migas y manitas, se conocen, se besan ante el Muro de Berlín, admiran la Puerta
lógica de B., solucionan el tedio de la civilización y escriben un nuevo evangelio poderoso y tan pobre
como la muchedumbre que deambula por los callejones y sube a las buhardillas con la mente encogida y los pies
fríos; no hace falta creer –nos aseguran. Pues la respiración guarda la fe
y el aire debe sanar la herida de nuestro prolongado esfuerzo destructivo.

El Arte se precipita por la ventana del sexto piso del Arte (no se mata de milagro). Es una torre inmaculada
donde. Hay poetas insípidos, cualquieras, virgencitas y héroes odiosos feos como madres feísimas. Todos en esencia
desentrañando imágenes borrosas, mezclándose con la plebe como la cocacola y la ginebra, la cocaína
y el tabaco rubio, la heroína y el áspero limón.

Estamos entre dos soles insidiosos que amenazan nuestro catafalco, la ceremonia
ínfima de nuestra definitiva condensación. La maestría es eso, ya lo dicen Teresa, Angel y Miguel, los tres de acuerdo,
cada uno en su camastro, cada uno en su celda enamorada, tres estrellas de lata,
cada una en la cima de su vuelo como una roca, un verso o una golondrina en su balcón.



Open to Optimism (Joel Robison)

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